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La vida de los demás: El cine iraní en la encrucijada

17/06/2021

El próximo 25 de junio se estrena en nuestros cines La vida de los demás del director Mohammad Rasoulof. Filmada en secreto, terminaría galardonada con el Oso de Oro en la Berlinale, un galardón que no pudo recoger personalmente al tener prohibida la salida del país, como su colega Jafar Panahi hace unos años. El director fue finalmente detenido y condenado a prisión por una obra cinematográfica considerada propaganda antinacional por el gobierno iraní.

Aprovechamos el estreno para recuperar este reportaje escrito a raíz de otro reciente estreno del cine iraní como la última película del director iraní Majid Majidi, Hijos del sol, película “encargada”, auspiciada y aprobada por el Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, quien a través de su comité censor se encarga de decidir lo que es “islámicamente” correcto, o sea, lo que puede salir a la luz en el país. Y así lleva siendo los últimos 40 años… No niego los valores cinematográficos, “didácticos” y sociales de Hijos del sol (evidenciar un problema crucial en Irán, los millones de niños existentes en las calles de la República Islámica sin acceso a una educación)… que los tiene, y muchos; sin embargo, su estreno también me ha permitido reflexionar acerca de: ¿en qué tesitura se encuentra el cine iraní? ¿Qué ha cambiado respecto a aquellos cineastas que iniciaron la llamada Nueva Ola y que nos fueron llegando durante la década de los noventa?

Desde que en 1979 se impusiera la Revolución Islámica, a pesar de la contribución a la expansión y producción del cine iraní por parte de las instituciones de Irán (constitución de la Casa del Cine o la Fundación Farabi, la creación del Festival de Cine Internacional Fayr…), y a pesar de las diferentes etapas por las que ha transitado la política iraní (desde la más reformista en la década de los noventa, a la más fundamentalista que llegó con el nuevo milenio, hasta la podríamos decir más “moderada” de la actualidad), muy poco parece haber cambiado en el cine iraní. En los últimos 25 años, esta cinematografía ha acaparado más de 300 premios en festivales de cine de todo el mundo, el 90% de los cuales han ido a parar a manos de los cineastas que conformaron la Nueva Ola de cine iraní de los años noventa. Directores que renovaron con nuevos aires tanto formales como de fondo, una cinematografía encorsetada en los parámetros permitidos por el gobierno y que desafiaron muchas veces los límites a riesgo de recibir el castigo correspondiente por su osadía. Pero esto último… ya es historia… ¿o no? Porque, cuando un hecho en sí es innovador, rompe esquemas y se erige como “nuevo u original”, marca un antes y un después con lo hasta entonces establecido… Pero cuando ese mismo hecho se repite en el tiempo, una y otra vez, durante más de 30 años, cuando esa excepción que confirmaba la regla, digamos que se normaliza, ¿a qué conclusiones podemos llegar?

La historia se repite…

Amir Naderi, director precursor de la Nueva Ola, fue la avanzadilla y ya emigró a Estados Unidos a principios de los noventa. Abbas Kiarostami, cabeza de lista de esa Nueva Ola, pasó sus últimos años de vida en Francia (nos dejaba en 2016, moría en París); Mohsen Makhmalbaf, vive en Londres, desde donde trabaja y dirige su productora, la Makhmalbaf Film House… Ambos, fuera de Irán…

Otra opción es la adoptada por Asghar Farhadi o Majid Majidi. Ambos directores, desde sus diferencias, optan por una línea más “cauta” y así entrar en lo políticamente correcto: el primero ayudándose de la fórmula de la coproducción con distintos países europeos (recordemos sus últimos trabajos como El viajante o Todos lo saben); el segundo, convirtiéndose en la “herramienta” del régimen para poner el punto de mira sobre ciertas problemáticas sociales (como hace Hijos del sol, en relación a los niños explotados), con cierto ánimo “educativo”. Dos opciones ante una misma realidad… y ambas, igualmente válidas y poco cuestionables desde la mirada occidental y euro-centrista, desde mi punto de vista.

Y, por otro lado, tenemos una tercera vía, y tampoco nada novedosa: los que mantienen vívidos los principios de la conciencia de la libertad de expresión… Directores que fueran también abanderados de aquella Nueva Ola y que resisten aún en Irán (viven y trabajan en Irán) contra viento y marea. Hablamos de cineastas como Jafar Panahi (varias veces reprendido, castigado, encarcelado, incluso torturado…), o el ya comentado caso de Mohammad Rasoulof, quien en 2020 (el caso más reciente) recibía el Oso de Oro por su última película, La vida de los demás (There is no Evil), en el Festival de Berlín desde su propia casa en Irán, pues tenía prohibido abandonar el país esperando su ingreso inmediato en prisión por el contenido de su película. Algo más joven es Massoud Bakhshi, quien también desafiaba los “límites islámicos” con Yalda, la noche del perdón (también recientemente estrenada en España), película que, tras ocho años de costosa producción, consiguió salir adelante, llevándose el premio a la Mejor Película en el Festival de Sundance y que pudo estrenar finalmente en Irán.

Así pues, nada cambia en Irán… Llevamos 40 años con los mismos discursos, y las mismas opciones para los cineastas nuevos: exilio, claudicación/domesticación u oposición… “Un cine iraní en la encrucijada…”. La norma inflexible de eliminar toda conducta discrepante de la rígida moral coránica, sigue siendo la misma, sigue estando vigente. Un director de cine en Irán, antes de ponerse a contar una historia, antes de posicionarse detrás de una cámara, debe seguir teniendo que “elegir” en qué situación quiere estar de entre esas tres opciones…

Mientras tanto, desde la comunidad internacional, desde la posición privilegiada que tenemos de “no tener que elegir”, la protesta solidaria en pro de la libertad de expresión debería continuar.

Por Gloria Fernández Adame

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