La ley de Murphy existe, no es una leyenda urbana. ¿Queréis pruebas? Trataré de explicarme. Cuando por fin te has acostumbrado a dormir en una cama que no es la tuya. Cuando al despertar no te preguntas el porqué llevas puestas dos camisetas además del pijama. El día que ya no te piden la acreditación para acceder al Mercado de Cine de Berlín. El mismo en el que has conseguido sacar hasta el último bártulo de tu maleta. Justamente es el día en el que Easy Jet decide empaquetarte de nuevo hacia tu ciudad… y, triste, te despides del Osito de Berlín.
En vista de que el Ministerio de Cultura está dedicando sus esfuerzos a la promoción de la fiesta taurina, la despedida de esta Berlinale, como si emulara a Manolete o al Juli, va a ser por la puerta grande. La crónica del último día la he dejado para dos grandes del cine chino, el camaleónico Zhang Yimou y el equilibrista Tsui Hark.
Zhang Yimou se paseó hace unos días por la alfombra roja del Berlin Palast, compartiendo cartel con los actores Christian Bale y Tong Dawei, además de parte de las flores a las que da título su última película, la espectacular Ni Ni y la inocente Zhang Doudou. La crítica internacional dictó sentencia: “La película te remite una y otra vez a los mecanismos tópicos de un cine que has visto muchas veces y que no es precisamente el mejor. Es una película que huele a cálculo.” Por mi parte, he querido dejar la película en cuarentena unos días. The Flowers of War es el retrato que Zhang Yimou hace de la masacre de Nanking. Durante 1937 Japón lanza una invasión a gran escala en China, en lo que es el inicio dela II Guerra Mundial en Asia. Toman Beijing en días. Cinco meses en entrar en Shangai. Y de ahí las tropas del ejército de liberación llegaron a Nanking, donde más de 200.000 civiles fueron asesinados.
Si con Ciudad de Vida y Muerte, Lu Chuan (Kekexili, 2004) se había acercado al mismo incidente humanizando al invasor, introduciendo en el film el punto de vista de los japoneses y convirtiendo a uno de ellos en un héroe, Zhang Yimou ha optado por enfrentarse a la historia como Spielberg hiciera con La Lista de Shindler, enfocando el asunto de forma monocanal. ¿Discutible? Puede ser. Pero lo que juzgamos aquí es su película, de igual manera que cuando veíamos La Diligencia de John Ford hablábamos de los planos, de los encuadres, y no de lo malos que eran los indios.
Con un inicio que bebe de referentes del cine bélico (Salvar al Soldado Ryan, Aftershock o Taegugki), con una encomiable planificación y ejecutando con mano maestra la acción, Zhang Yimou abandona las calles de Nanking para refugiar a sus protagonistas en una iglesia en la que Christian Bale ejercerá junto a un grupo de prostitutas, del Schindler mandarín para las jóvenes estudiantes que forman el coro. Es quizá el actor británico, piedra angular para la distribución internacional de la película, la pieza más frágil del conjunto. Un personaje fallido en su construcción (del negro al blanco hay una gran gama de grises), que a pesar de ofrecer una interpretación correcta, difícilmente se hace creíble para el espectador. Aun y así The Flowers of War es una película recomendable. Y lo que es mejor, Yimou no nos engaña. El director chino es un camaleón. A pesar de disfrazarse de prestidigitador y ofrecernos un gran espectáculo, la película está viva en los pequeños detalles: en la mirada de una niña que a través de la cristalera de una iglesia, descubre la tristeza y crueldad de la guerra.
The Flying Swords of Dragon Gate, película que se proyecta hoy en la Berlinale (y que desde ya, recomendaría al crítico estrella de El País que se evitara), es la respuesta que Tsui Hark le ofrece a James Cameron y a su “endiablado” juguetito del 3D. Cuando te enfrentas al cine de este vietnamita hijo adoptivo del cine de Hong Kong, no se debería perder de vista la palabra espectáculo, y otra que no le va a la zaga: originalidad. El director de la trilogía de Érase una Vez en China, emulando la frase de Antonio Gaudí: “Originalidad es volver al origen”, ha buscado el modelo adecuado para su nueva aventura, y finalmente se ha decantado por el clásico Dragon Inn (King Hu, 1967) y la propia versión que él firmara del mismo en 1992, New Dragon Gate Inn.
Echando mano del gran Gordon Liu, que cuenta con una breve pero increíble aparición en el prólogo de la película, el film de Hark cabalga en la retina de los espectadores al ritmo de los puños de Jet Li (fíjense que hablo de puños y no me refiero a peleas), las acrobacias de Guey Lun Mei (actriz que compartía cartel con Li en Ocean Heaven), la belleza de Zhou Xun (dueña de la famosa taberna que da título a la película, y a la que muchos recordarán porque se enamoraron de ella en Perhaps Love), y el carisma de un “malvado” más que resultón, Chen Kun (nominado por su papel en los Asian Film Awards).
Veía la película y me la imaginaba en el Auditorio de Sitges. Imaginaba que era sábado o domingo, tanto da. Las cuatro y media de la tarde. Fuera hace calor, y son muchos los que no han acabado todavía su primer plato de paella. Mientras tanto, 1.500 espectadores disfrutan de un gran espectáculo.
Hasta pronto Berlín… Siempre nos quedará Sitges… pasando antes por Filmart en Hong Kong o Far East Film Festival de Udine… en fin… ¡¡será por festivales!!