La última producción del director Uhm Tae-Hwa, en colaboración con el productor Byun Seung-min, nos presenta un drama postapocalíptico que cautivará a todos los espectadores. Basado en el webcómic ‘Prision Outcast, la conexión de esta película con la audiencia coreana va más allá de lo evidente, ya que explora uno de los temas más singulares para ellos: la vivienda como patrimonio. Aun siendo una obra arriesgada debido a la diversidad de este género, ha sido capaz de movilizar al público coreano que se ha podido sentir identificado de manera notable con la profundidad y peculiaridad de la temática abordada.
La catástrofe y la utópica Arca de Noé
Cuando en la ciudad coreana de Seúl, acontece un catastrófico terremoto, solo queda en pie un bloque de apartamentos. Frente a un horizonte devastado, un escenario en el que el dinero pierde valor, los supervivientes se van congregando en el vestíbulo del edificio, en el que los propietarios pronto empiezan a sentirse amenazados debido a la cantidad de gente que busca refugiarse en él. La pareja protagonista de la película – Myeong-hwa (Park Bo-young) y Min-seong (Park Seo-joon) –propietarios del piso 602, se encuentran reunidos con el resto de los dueños en una asamblea para poner orden en el edificio. Es ahí donde unánimemente escogen a un líder, el vecino del piso 902, Yeong-tak (Lee Byung-hun) que, sorprendido, acepta el cargo. Pronto se creará una infraestructura para la gestión de recursos y personal, pero en esta dinámica empezaran a aparecer grietas que amenazaran con debilitar su estructura.
La complejidad interpretativa de los actores logra que el espectador pueda ponerse en la piel de los protagonistas. Las relaciones que se desarrollan, los roles que asumen cada uno y, al final, incluso cuando surgen antagonistas, los matices en sus interpretaciones revelan que las apariencias pueden ser engañosas. Este enfoque del director Uhm Tae-hwa te invita a reflexionar sobre tus propias decisiones como superviviente en una situación similar. Cada personaje encarna distintos aspectos del comportamiento humano: desde cómo la sed de poder puede transformarnos, o cómo la firme convicción en uno mismo nos hace preservar nuestros valores, hasta cómo la necesidad de proteger lo propio, puede cegarnos ante la realidad del otro que se encuentra más allá de nuestros ojos. En medio de la corrupción y de la desigualdad, los personajes exhiben lo mejor y lo peor de sí mismos, ofreciendo un reflejo auténtico de la naturaleza humana en la sociedad moderna.
Una película sobre los claroscuros de la naturaleza humana
A pesar de abordar un tema recurrente a lo largo de la historia, esta película logra destacar y no deja al espectador indiferente. Mantiene un ritmo envolvente, incluso en los momentos más dramáticos. La narrativa se beneficia de toques de humor, que aportan momentos de respiro a la tensión general de la cinta. Un guion en el que también ha trabajado el director Uhm Tae-hwa junto al autor del webcómic, Kim Soong Nyung. Un ejemplo es la divertida escena de las mandarinas, durante la elección del presidente de los apartamentos. Después de un discurso detallado sobre el perfil ideal del presidente, la atención se centra en un vecino que, ajeno a la descripción, disfruta de una mandarina, generando un contraste cómico en ese momento crucial.
La calidad visual no solo contribuye, sino que también facilita la participación del espectador en la trama. La cuidada ambientación apocalíptica sumerge al público en un inhóspito océano de cemento, donde cada detalle te absorbe en la inquietante realidad de los personajes. Los efectos visuales están muy bien conseguidos, y la utilización en la fotografía de una paleta de colores fríos intensifica la percepción estremecedora de un ambiente de asolamiento.
La narrativa plantea interrogantes y estimula la reflexión en el público, evitando proclamar un mensaje único y alentando al espectador a comprender más allá de lo superficial. En situaciones caóticas, la película subraya la idea de que no es necesario imaginar monstruos que supongan una amenaza mortal, ya que, a fin de cuentas, lo más peligroso durante un apocalipsis es la propia conducta humana. Frente a una tragedia, el ser humano es capaz de prácticamente todo, olvidando su parte más empática, por tal de sobrevivir.
El título y la sociedad coreana
La elección del título de la película añade una capa irónica al relato. El término «utopía», que define una sociedad perfecta con bajos índices de delincuencia y pobreza, choca con la realidad mostrada en pantalla, revelándose como una distopía. Esta contradicción entre la idealización y la realidad plantea cuestiones profundas sobre la naturaleza de la sociedad representada en el filme.
La vivienda desempeña un papel central en la vida de las personas en la cultura coreana, más allá de su función como hogar, ya que se considera un valioso patrimonio. En este contexto, los conflictos inmobiliarios en Corea añaden una capa de complejidad al concepto de vivienda, contribuyendo a la jerarquización de la clase social según el tipo de residencia que habita cada persona. Concrete Utopía tiene la habilidad de presentar estos aspectos en un entorno distópico resaltando las características de este conflicto social en Corea, haciéndolo más visible con el pretexto de la catástrofe.
Estamos pues ante una película donde la espectacularidad y la reflexión se dan la mano. Algo que no es muy común hoy en día. Hoy viernes 2 de febrero se estrena en cines.
Una crítica de Mar Villalba y Mari López