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Crónica de la décima edición del Asian Film Festival Barcelona

18/11/2021

Finalizada la edición del Asian Film Festival, tanto en su vertiente presencial el domingo 7 como en su vertiente online el domingo 14, toca hacer balance.  Como siempre, se trata de un Festival en el que hay que ir con una mentalidad abierta y dispuesto a ver cualquier cosa, ya que nunca sabes cuando te puedes encontrar una pequeña joya que difícilmente podrá verse otra vez en nuestro país. Este año no ha sido diferente y en esta crónica repasaré sobre todo las películas que me han sorprendido positivamente o que no son tan conocidas, así como por supuesto algunas de las grandes ganadoras. Antes de empezar, mencionar dos películas de las que ya se ha hablado —y se seguirá hablando— mucho: Drive My Car y La ruleta de la Fortuna y la Fantasía, del director japonés Ryusuke Hamaguchi. Ambas películas son candidatas a la mejor película del año y, en el caso de la segunda, tenemos la suerte de que ahora mismo sigue disponible para ver en algunos cines de nuestro país. 



Nuevos nombres en el cine chino de autor 

La crónica como tal la empezamos repasando dos de las grandes ganadoras: Anima (Cao Jinliang), premio a mejor película en la Sección Oficial y Bipolar (Queena Li), ganadora de la sección Discoveries. Ambas películas suponen el debut de dos jóvenes directoras y nos muestran cómo el cine de autor chino ha ido mutando —quizás ya no tiene esa rabia de la década de los 90— pero sigue vivo a pesar de la crisis que atraviesa por el auge y dominio del cine comercial. Cao Jinliang dirige la historia de Linzi (Eric Wang) y su hermano Tutu (Ligeng Si), dos leñadores que luchan por sobrevivir en la China contemporánea, un contexto incluso más complicado y cambiante que el bosque en el que crecieron junto a una tribu. Lo mejor del filme es claramente su apartado técnico, encabezado por un trabajo de fotografía espléndido de Mark Lee Ping-bing, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta que hablamos de uno de los colaboradores habituales de Hou Hsiao-Hsien (The Assassin). Bipolar también destaca por su fotografía, pero por motivos distintos, ya que no trata de capturar unos paisajes alucinantes sino una atmósfera onírica en blanco y negro, un viaje con ciertas reminiscencias al cine de Bi Gan (Largo viaje hacia la noche), otro de los grandes nombres emergentes del cine chino. Ambas películas se coronan merecidamente, quizás Anima sea algo más convencional, pero a la vez más sólida, mientras que Bipolar es algo más imperfecta, lo que la hace más fascinante. 



La mujer en India 

Además de la china —y hablaremos de alguna otra película más adelante— otra cinematografía cuyo paso deja un muy buen sabor de boca es la india. Seguimos con las óperas primas para hablar de Bridge (Kripal Kalita), película que trata sobre la lucha por la emancipación de su protagonista femenina, que tiene que compaginar el trabajo en el campo —percibido como algo masculino— y cuidar de su familia. Sin estar al nivel de las dos óperas primas que hemos comentado hasta ahora, Bridge demuestra buenas ideas —es interesante cómo explora la representación y recepción de la historia de la mujer en la sociedad india— y talento detrás de las cámaras. The Great Indian Kitchen (Jeo Baby) explora temas similares a través de la relación entre mujer, tradición y roles de género. Una fotografía claustrofóbica nos ayuda a ponernos en la piel de la protagonista, cuyo matrimonio se convierte en una prisión que la obliga a servir a su marido constantemente. La película funciona muy bien y su crítica es específica para la sociedad india, pero a la vez universal, sin duda una de las sorpresas de la edición de este año. Por último, comentar otra agradable sorpresa llegada desde India: Not Today (Aditya Kripalani). En este caso, no se trata de una reflexión y crítica al papel de la mujer en la sociedad, al menos no directamente, sino que trata la cuestión del suicidio a través de su protagonista, que empieza a trabajar en una línea telefónica de ayuda para la prevención de suicidios. En este caso, el punto fuerte de Not Today es su guion, que no decae a pesar de ser una película que gira alrededor de una única conversación telefónica en la que Rucha (Aliah Rupawala) deberá convencer a su interlocutor de que no debe suicidarse. 



Descubriendo joyas desconocidas 

Una de las virtudes del Asian Film Festival es que en él se pueden descubrir películas que de otro modo no se podrían llegar a ver, o quizás ni siquiera llegaríamos a saber de ellas. Volviendo a China, Wind (Dadren Wanggyal) es una película que cumple con la descripción a la perfección. La película nos sitúa en el Tibet, región poco explorada cinematográficamente —Pema Tseden, ganador el año pasado por Balloon es quizás la figura más reconocida—, pero su productor y director son chinos. Igualmente, esta adaptación de la novela del mismo nombre del autor tibetano A Lai, nos ofrece una mirada íntima a la vida cotidiana de la región y especialmente en la situación y emancipación de la mujer, en este caso en la sociedad del Tíbet. La película cuenta con un estilo cercano al documental —su director empezó como camarógrafo de noticiarios—, una fotografía espectacular y secuencias brillantes, especialmente su final que es quizás el más memorable de la selección de este año.  

Mucho más experimental es la tailandesa Come Here de la directora Anocha Suwichakornpong, figura bastante reconocida dentro de la nueva ola tailandesa. En ella, se exploran algunos de los grandes temas del cine independiente tailandés como la historia como trauma o la búsqueda de identidad en un país con una política tan turbulenta; haciéndolo además bajo una aparente sencillez y una estoica fotografía en blanco y negro. No es un filme que se pueda recomendar a cualquiera, pero es fascinante si te interesan algunos de estos temas. 

Por último, mencionar dos películas de Kirguistán, muy sólidas y que además han conseguido el premio a la mejor dirección en las secciones Oficial y Oficial Panorama respectivamente: Running to the Sky (Mirlan Abdykalykov) y Far Frontiers (Maxim Dashkin)



El género “de autor” 

Hasta ahora, todo lo que hemos comentado era drama, pero eso no significa que no se puedan encontrar propuestas que juegan con distintos géneros cinematográficos. Una de las más destacables fue la película de clausura, la magnífica Better Days de Derek Tsang. Poco puede decirse ya de la candidata —y finalista— china a los Oscar el año pasado, simplemente destacar el papel de Zhou Dongyu (Amor bajo el espino blanco) en la que es una de las mejores actuaciones de los últimos años. A destacar la también china Wu Hai (Zhou Ziyang), deudora clara del cine de Jia Zhangke (Un toque de violencia) y Diao Yinan (El lago del ganso salvaje), una reflexión sobre los cambios socioeconómicos chinos en clave de cine policial. 

Otra gran sorpresa positiva de la edición de este año es la confirmación de Adilkhan Yerzhanov como una figura emergente, ya que llegaba con dos películas, Yellow Cat y Ulbolsyn, y ambas confirman el buen estado de forma del director kazajo. En Yellow Cat seguimos las aventuras de un convicto que acaba de salir de prisión y cuyo sueño es abrir un cine en pleno desierto. Es una película muy divertida —con un humor muy árido, al igual que los paisajes—, cinéfila —con constantes referencias, especialmente a Le Samourai y Alain Delon, con quien el protagonista se obsesiona— y con momentos muy tiernos. Ulbolsyn tiene un humor similar, aunque en este caso pasa a segundo plano y termina siendo una especie de thriller con toques de humor absurdo. Lo más destacable de Yerzhanov es que aborda unos mismos temas, la inutilidad de las instituciones en Kazajistán, desde distintos géneros y con historias totalmente distintas, pero manteniendo una personalidad marcada. 



Documental en el AFFBCN

Es necesario terminar hablando de un par de propuestas de no-ficción que valen mucho la pena, empezando por una de las obras más destacables del Festival: My Childhood, My Country: 20 Years in Afghanistan (Phil Grabsky y Shaoib Sharifi). Se trata de un proyecto que lleva 20 años en marcha, una especie de Boyhood en clave documental sobre la vida de un niño afgano atrapado en una realidad atroz. El documental tiene tramos que funciona extremadamente bien, sobre todo cuando vemos cómo los sucesos políticos —tanto dentro de Afganistán como fuera— afectan a la vida del niño a través de actos cotidianos. Entiendo que los directores tenían cierto miedo a que la audiencia se perdiera, pero es una obra de “sólo” una hora y media que trata de resumir 20 años de historia afgana, lo que resulta absolutamente inabarcable. Es por este motivo que el documental a veces se centra demasiado en explicar —o recordar, ya que es historia muy reciente— sucesos cuando lo más interesante es el increíble material filmado sobre 20 años de la vida del niño, que en ocasiones pasar a segundo plano. 

El otro documental que me gustaría destacar antes de finalizar esta crónica es Life in 24 Frames per Second (Saw Tiong Guan), un documental corto —de poco más de una hora— y ligero, que se centra en cuatro figuras muy reconocidas en el contexto del cine asiático contemporáneo: John Woo (The Killer), Anurag Kashyap (Gangs of Wasseypur), Rithy Panh (La imagen perdida) y Lav Diaz (The Woman Who Left). La estructura es simple, los directores responden a tres preguntas: cómo fue su infancia, cómo se enamoraron del cine y qué es el cine para ellos. Sin grandes pretensiones consigue ser un visionado muy fructífero para los aficionados a cualquiera de los cuatro directores o incluso puede servir cómo puerta de entrada a cuatro apasionantes cinematografías. 

Hasta aquí mi pincelada particular de lo que ha sido la edición de este año del Asian Film Festival. Simplemente terminar recordando que sigue en marcha la retrospectiva dedicada a Satyajit Ray en la Filmoteca de Catalunya y cualquier película de ésta vale la pena verla en pantalla grande.  

Un texto de Josep Santcristófol

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