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Crónica de un Salón terrorífico

04/11/2010

De nuestro colaborador Eduard Terrades Vicens

No, no hay que mal interpretar la palabra terrorífico a la hora de valorar el XVI Salón del Manga de Barcelona, pues todo salió a pedir de boca. A lo que nos queremos referir es que el terror fue el invitado estrella del Salón. Más allá de la exposición monotemática dedicada al género que con el esfuerzo y la suma de varias personas (Marc, Kike & Gloria Team, Carolina y un humilde servidor) asustó a más de uno y cogió desprevenido algún político despistado en plena campaña electoral, pudimos disfrutar de la presencia del mangaka y cineasta Hideshi Hino (algunos aún no hemos superado las traumáticas Guinea Pig), repescar algunas películas de terror japonesas (tanto de imagen real como de anime) o en cierto stand estrechamente vinculado a la página que estáis leyendo, y de cuyo nombre no me quiero acordar, poder comprar ciertos largometrajes japoneses de género fantástico o terrorífico.
Vayamos por partes. Además de disfraces que engalanaban la anual fiesta de Halloween, algún otaku loco que esnifó superglue y tuvo que ser atendido por el equipo de la Cruz Roja y un séquito de invitados que incluye a la reina del culebrón para adolescentes Wataru Yoshizumi, la mangaka especializada en josei con sabor picante Kayono o Kenji Kamiyama (animador, director artístico y dibujante de importantes animes), no debemos olvidarnos de las novedades editoriales. Y es que este año la crisis económica vaticinaba un descenso en cuanto a lanzamientos en papel y, sobretodo, en formato doméstico. Con respecto al manga, se agradece que ciertas editoriales sigan apostando por autores de la talla de Shigeru Mizuki o Jiro Taniguchi, cuyas ventas son minoritarias en nuestro país en comparación a otros mangakas. Así, títulos como la clásica Ge Ge Ge No Kitaro (Mizuki) o Sky Hawk (Taniguchi) cuentan por fin con una edición española en nuestro país. Con respecto al anime, es perfectamente comprensible la reducción de los títulos presentados; ahí quedan las continuaciones de Shin Mazinger o Freedom (obra imprescindible de Katsuhiro Otomo si se quiere estar al día de los avances técnicos en la industria de la animación japonesa) y la compilación Death Note Relight. La gran noticia es que seguramente a finales de noviembre podremos disfrutar de la espléndida La Chica que Saltaba a Través del Tiempo (Mamoru Hosoda, 2007). Tal y como está el panorama, teniendo en cuenta los abusivos precios que marcan los japoneses a la hora de conceder licencias a los distribuidores extranjeros y la creciente piratería descarnada (que no solamente se extiende como una telaraña en el sector del cine, pues en el salón pudimos comprobar como algunos expositores sin escrúpulos vendían merchandising falso a precio de oro…) es casi un milagro que ciertas maravillas que nos han ofrecido algunos animadores japoneses en el último lustro sean editadas en lengua hispana. Esperemos que pronto lleguen largometrajes de la altura de Piano no Mori (Masayuki Kojima, 2007), Summer Wars (Hosoda again, 2009), Welcome to the Space Show (Koji Masunari, 2010) o la nueva producción del Studio Ghibli: Karigurashi no Arrietty. Alguna llegará…tenedlo por seguro.
Tal vez el lanzamiento más esperado ha sido la edición de lujo de la trilogía 20th Century Boys: tres largometrajes dirigidos por Yukihiro Tsutsumi que, de forma respetuosa, adaptan la longeva obra de Naoki Urasawa, y que sirven para romper la delgada línea que actualmente separa la industria del manga de la del cine japonés. Una industria que funciona de forma transversal y que podría extenderse al sector musical, cuya representante oficial en esta fiesta del manga ha sido la cantante del grupo Jelly Beans Yuuki.  
No puedo dejar de relataros mis experiencias con Hino. Ciertamente, no entiendo como una persona tan afable, amable y culta como él dibuje según que historias gore. A Hino se le puso entre la espada y la pared a finales de los años 80 cuando dos de sus tremendistas aportaciones a la saga Guinea Pig fueron confundidas con auténticas snuff movies y fueron intervenidas por el FBI. Su imagen no se vio afectada por este lamentable suceso y pudo seguir ganándose la vida como dibujante de historietas de corte terrorífico (género que él no considera al que deban inscribirse), combinándolo con su vocación de profesor de Bellas Artes. Hino es un personaje entrañable, que recorría los pasillos del Salón como un auténtico grumete salido del anuncio de Pescanova. Sólo falta recordar que en su exposición se podían encontrar originales de dos mangas publicados por La Cúpula: Noches de Zipango y Historias de la Máscara. Dos obras magníficas que hacen considerarlo como uno de los grandes maestros del manga de todos los tiempos, y que para los más nostálgicos, sirve para recordar esos años en que el manga underground tenía una amplía variedad temática y creativa en revistas japonesas como Garo. Recomendamos igualmente su más nueva creación gráfica: Circo de Monstruos, un cómic que recuerda mucho en su planteamiento a la película Freaks (1932) de Tod Browning, si bien el propio Hino afirmó que nunca la ha llegado a ver.
  
En definitiva ha sido un Salón del Manga ajetreado por la cantidad de actividades y relaciones sociales a las cuáles nos hemos visto abocados en cuatro días que han pasado demasiado rápidos. Pero también ha sido un salón tranquilo en que la perfecta coordinación horaria nos ha permitido disfrutar de todo en cada momento. Un Salón que necesita que lo cuidemos para que el año que viene se expanda aún más y, dada su privilegiada posición a nivel mundial (con el reconocimiento del Ministerio de Asuntos Exteriores Japonés), se convierta en el escaparte ideal para que todos esos mangakas que nunca hayan visitado Barcelona hagan un hueco en sus apretadas agendas con tal de contentar a todos los otakus convencidos.
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