Las palabras del realizador chino Diao Yinan en 2014 tras alzarse con el Oso de Oro en Berlín por la película Black Coal, “hay momentos determinados en los que la sociedad genera una atmósfera que se expresa muy bien a través del cine negro«, era toda una declaración de intenciones. Seis años más tarde, el director regresa con El lago del ganso salvaje. Un neo noir que, como una muñeca rusa, va presentando sus múltiples capas a la vez que hipnotiza al espectador con su mirada “fluorescente” de los bajos fondos.
Una de las características del cine de Diao Yinan es cómo cuenta las historias. La estructura que emplea para poner en imágenes el guion que él mismo escribe. En el caso de El lago del ganso salvaje, la historia de Zhou Zenong, el líder de una banda que acaba de salir de la cárcel y que, tras una reunión que acaba mal, se convierte de nuevo en fugitivo. Junto a una prostituta que puede haber sido enviada para ayudarle, o para entregarle a la policía, Zhou deberá valorar los límites que está dispuesto a cruzar, si quiere salir con vida. Una historia que contiene elementos comunes del cine negro: un falso culpable, una femme fatal, bandas criminales, un policía intachable, persecuciones… Y que es presentada como una muñeca rusa, donde una historia contiene otra y, a su vez, ésta da origen a otra más. Una caja de resonancia donde el espectador caminará no de forma lineal, sino bajo la mirada oblicua del director.
Hay varios instantes que hipnotizan al espectador por su ritmo e iluminación.
La fotografía es otro de los elementos claves del cine de Diao Yinan. Nadie como él ha captado la noche en una ciudad (reconozco que es una exageración, lo sé, teniendo en cuenta que la luz forma parte también del ADN de Wong Kar-wai y Bi Gan). El director retrata en formato de thriller lo que esconden los bajos fondos de una gran ciudad china de principios del siglo XXI. Lugares donde afloran los negocios turbios, la prostitución de lujo, o los mercados poblados de gente. Hay varios instantes que hipnotizan al espectador por su ritmo e iluminación. Sin duda, el encuentro entre Zhou y la mujer que envían para ayudarle, es uno de ellos. La mujer vestida de rojo, con un paraguas que la protege de la lluvia. Y él que la espera. Un juego de sombras que se persiguen. Otro momento inolvidable acontece en un mercado donde un nutrido grupo de gente baila al ritmo de Bonny M, mientras el operativo policial intentará dar caza al huido. Un espectáculo de luz del que estaría orgulloso el mismísimo Christopher Doyle.
El año pasado la cinematografía china dio un paso de gigante. Se estrenaron películas tan sólidas como el drama generacional de Wang Xiaoshuai, Hasta siempre hijo mío, junto a la deslumbrante joya del jovencísimo Bi Gan, Largo viaje hacia la noche, o el regreso de Jia Zhangke en clave de thriller dramático La ceniza es el blanco más puro. Como diría algún experto jugador de naipes, quedaba pendiente un estreno para completar el póker de ases. Y este no es otro que El lago del ganso salvaje. Tras competir en la sección oficial del Festival de Cannes la película se vería en San Sebastián y Sitges, entre otros festivales de cine. Muchos lo tenían claro a la salida del cine: “Es una de las grandes películas de la cosecha asiática”. Y no les faltaba razón.
Hay muchas razones para no perderse El lago del ganso salvaje. De entre todas destacaría una. Es un viaje al corazón del thriller chino.
El gigante asiático ha despertado, sin duda.
Por Enrique Garcelán