En 2021, la unión de la compositora Eiko Ishibashi y del realizado japonés Ryusuke Hamaguchi dio como resultado una extraordinaria Drive my Car. Película que consiguió cuatro candidaturas a los Oscar. Dos años más tarde, ambos han vuelto a unirse dando lugar a dos obras: por un lado, un espectáculo cinematográfico de unos treinta minutos filmado por Hamaguchi y acompañado por la música en directo de Ishibashi. A este proyecto se le conoce como Gift. Por otro lado, al ver el resultado el director encontró una historia que lo completaría. El mal no existe es el resultado de la interrelación de la narrativa de las imágenes con la música. Una película que logra hipnotizar al espectador desde los créditos iniciales.
La evolución de Hamaguchi
El nombre de Hamaguchi ya llevaba sonando entre los críticos de cine desde hacía tiempo, pero aún era desconocido para el gran público. El realizador había iniciado su carrera internacional hacía más de diez años con su opera prima Passion (2008) que se proyectaría en la sección Nuevos directores, del Festival de cine de San Sebastián, mientras que, en la Sección Oficial, Hirokazu Koreeda presentaba Still Walking (Caminando). Hamaguchi reconoció en la entrevista que mantuvimos que, para él, su paso por San Sebastián en aquel momento de su carrera, le dio tranquilidad, y le permitió pasear por la Concha y conocer la ciudad de Donosti.
Dentro de la programación de los grandes festivales del 2021 el nombre de Hamaguchi destacó como ningún otro. Estuvo presente en la Berlinale con La ruleta de la fortuna y la fantasía, ganadora del Gran Premio del Jurado, y también en el Festival de Cannes con Drive My Car, adaptación de un relato de Haruki Murakami galardonado con el premio al mejor guion, FIPRESCI y premio del Jurado Ecuménico. Es el año de la explosión definitiva de Hamaguchi tras varios años ganando relevancia a nivel internacional, aunque sería Happy Hour (2015) la que le colocaría en el panorama internacional con su paso – y premio – por Locarno, algo que confirmaría la selección en Cannes 2018 de Asako I & II.
El mal no existe: el ser humano y la Naturaleza
El rodaje de El mal no existe tuvo lugar cerca de la zona donde vive la compositora Eiko Ishibashi. El realizador pensó que, dado que su música surge en ese lugar, le resultaría más fácil conceptualizar las imágenes. Eiko le presentó al director a algunos de sus amigos para que trabajaran como colaboradores locales en el proyecto. La historia de la cinta se resume en la relación entre el ser humano y la Naturaleza. Takumi y su hija, Hana, viven en un pueblo rodeado de bosques cercano a Tokio. Su vida se verá profundamente afectada cuando descubren que cerca de su casa se va a construir un glamouroso camping para que los habitantes de la ciudad hagan escapadas cómodas a la naturaleza. ¿Serán capaces de detener el proyecto?
Si en Drive my Car el espectador viajaba al fondo del alma humana a través de las conversaciones que mantenía el autor teatral y su chófer en el coche, en esta ocasión, los diálogos se cambian por los sonidos del bosque –el viento sobre las ramas de los árboles, el canto de las aves, los disparos… a lo lejos–. La palabra da paso a la imagen y a la música, los verdaderos protagonistas de la historia.
El mal no existe, que se estrena el día 1 de mayo en la cartelera de cine, es una metáfora acerca de la la maldad intrínseca de seres humanos o de los animales. En los quince últimos minutos de la película, el espectador vivirá en primera persona esa maldad sobrevolando las imágenes de la pantalla. Yamaguchi no es moralizante en este sentido. Deja que el espectador imagine o crea su propio final.
¿El mal no existe? Por desgracia nos acecha en cada rincón del mundo y está dispuesto a saltar sobre nosotros cuando menos lo pensemos. Aunque siempre nos quedarán obras como la de Hamaguchi e Ishibashi para recordarnos que es posible un mundo en el que el mal no existe.
Una crítica de Enrique Garcelán