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El regreso de las golondrinas: El poder de las pequeñas cosas

14/07/2023

En el mes de julio de 2022 se estrenaba en los cines de China una película con la que nadie contaba y de la que pocos habían oído hablar. La primera semana de septiembre, el film se convirtió en el mayor éxito de la taquilla China del mes. La producción independiente, El regreso de las golondrinas (Return to Dust en su título internacional), había conseguido atraer a las salas a un millón de espectadores sin ningún tipo de publicidad. Días más tarde, y sin previo aviso, la película se retiró tanto de los cines como de las plataformas online donde estaba alojada. La censura, una vez más, cortaba “el vuelo de las golondrinas”.

Contra viento y marea…

Eso debieron pensar los miembros del Partido Comunista, creyendo que una cinta así podía perjudicar los preparativos del Congreso del mismo que iba a realizarse un mes más tarde. Pero como dijo el cineasta alemán Wim Wenders en su paso por Barcelona durante la pasada edición del BCN Film Fest: ‘las películas, una vez terminadas, tienen vida propia, y consiguen llegar donde nadie cree posible que lleguen’. Este es el motivo por el que El regreso de las golondrinas, secuestrada en China, pudo verse en el Festival de Cine de Berlín, en el Far East Film Festival y en el Festival de Cine de Valladolid, donde obtuvo la Espiga de Oro a la mejor película. Hasta el momento, la película ha conseguido diez premios y hoy llega a la cartelera de cine en nuestro país.

La historia que retrata El regreso de las golondrinas se centra en la vida de dos personas de campo castigadas por la vida—ambos viven en una zona rural de la provincia de Guansu, lugar de nacimiento del director del film, Li Ruijin­—. Mao y Cao se conocen por la intervención de sus respectivas familias, que quieren “deshacerse”, literalmente, de ellos. Mao es un agricultor cuyo rostro refleja el paso de los años, el Cuarto Hermano, que todavía no ha encontrado una mujer. Cao es una joven enfermiza, con dificultades para retener la orina, que arrastra problemas musculares y, además, es infértil, como muchas de las tierras donde viven. Dos seres pequeños engullidos dentro de una sociedad rural que está echando la mirada hacia el futuro: las ciudades, las grandes fábricas…

El poder de las pequeñas cosas

En el reportaje que publicamos hace unos días sobre el director del film, Li Ruijin —os recomiendo que lo leáis­—, lo definimos como el poeta de los tonos cálidos. El regreso de las golondrinas es su obra magna y como tal, es el resultado de toda una carrera comprometida socialmente con su provincia natal. Con una filmografía compuesta por seis películas hasta el momento —una carrera que no ha trascendido al espectador—, el director ha mantenido la llama y el espíritu crítico de la Sexta Generación que le precede. Su obra ha podido verse en grandes festivales como Róterdam, Berlín, Venecia o Cannes, pero ha sido con la poética mirada que hace del mundo rural chino y de dos personajes invisibles, cuando el director se ha consagrado no sólo entre la crítica, sino que ha calado hondo en la sensibilidad de los espectadores.

Cada plano de El regreso de las golondrinas supone un pequeño avance en la realidad que nos quiere trasladar el director. El poder de las cosas pequeñas. Es allí donde se encuentra la felicidad. Como por ejemplo, Mao donando sangre de forma altruista a uno de los ‘dueños’ del pueblo, a pesar de que este todavía no ha pagado a los pequeños agricultores; Cao, su mujer (interpretada de forma magistral por la estrella china Hai Qing (Operation Red Sea)), saliendo a esperar a su esposo todas las noches, a pesar de su dificultad para andar; la imagen de ambos entrando en un piso en la ciudad donde quieren llevarlos a vivir y la consecuente pregunta del agricultor: “¿dónde vivirá el burro?”; la mirada entre la pareja en la cama.

Es cierto que en esta época del año la cartelera está llena de historias imposibles, aventuras octogenarias con toques nostálgicos, comedias al gusto de toda la familia, amables melodramas o enfermizos biopics. Pero, en medio de ellas, el espectador puede descubrir un oasis —situado en un lugar árido de clima extremo—. El regreso de las golondrinas es lo más cerca que la poesía ha estado del cine. Un film que, a pesar de la censura, ha calado hondo en todos aquellos que la han visto.

Una crítica de Enrique Garcelán

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