Cuando el 14 de marzo el gobierno decretó el estado de alarma en España como medida para el control de la pandemia por el COVID-19, muchos de los directores de los festivales de cine que iban a celebrarse durante la primavera, debieron echarse a temblar. Ha habido de todo. Desde la resistencia de Cannes al mundo online (sí se celebrará el Mercado en su versión virtual, pero la sección oficial, que se anunciará a finales de mayo, se convertirá en itinerante), al retraso de otras citas, como el BCN Film Festival (pendiente de confirmar su realización a partir del 25 de junio). Otros, como el D’A Film Festival Barcelona, eligieron la vía online.
Su director Carlos R. Ríos hizo una apuesta por reformular el Festival y dimensionarlo como una oferta abierta que el aficionado pudiera disfrutar desde sus casas. Para ello buscó como compañero de viaje a Filmin, la plataforma online española. El resultado ha sido más que satisfactorio: el D’A Film Festival Barcelona ha alcanzado los 215.000 visionados en su edición online.
Dentro de la programación de este año, limitada a un menor número de films debido a su cambio de formato, se encontraban tres producciones asiáticas, dos de nacionalidad china en la ‘Sección Talents’ y una película japonesa englobada en la ‘Sección Directions’.
Dwelling in the Fuchun Mountains, opera prima del realizador chino Gu Xiaogang, ya había dado mucho que hablar en su proyección en la Semana de la Crítica de Cannes de 2019, y venía avalada por la consecución de 8 premios en festivales internacionales. Y lo cierto es que la expectación estaba justificada. No es fácil condensar en una primera obra todo aquello que un director quiere contar, y menos si ésta es el primer volumen de una trilogía. Gu Xiaogang filma una obra de una arquitectura interna brillante. Un fresco sobre su ciudad natal, Fuyan, a lo largo de las cuatro estaciones (el rodaje de la película le llevó dos años). A través de la historia de una familia, de cuatro hermanos que deben cuidar de su anciana madre que padece demencia, el director nos habla de los cambios que están aconteciendo en la China contemporánea. Temáticas como el feroz urbanismo, las tradiciones, la ruptura de éstas por las generaciones más jóvenes, se mezclarán en una obra que nos habla de la vida y de su discurrir. Muchos críticos han encontrado referencias del cine de Hou Hsiao-Hsien, aunque también está muy cerca de otro de los directores de la Nueva Ola de Taiwán, el desaparecido Edward Yang. Dwelling in the Fuchun Mountains, sin ser perfecta, se ha convertido en una de las grandes propuestas del Festival de este año. Un cine que observa desde la distancia, y que se toma su tiempo para ir construyendo su estructura.
La segunda propuesta china venía avalada por uno de los realizadores más «peleones» (numerosas veces se ha enfrentado a la autoridad censora de su país) de la Sexta Generación de directores chinos, Lou Ye. Una generación que nació a raíz de los hechos ocurridos el 4 de junio de 1989 en la Plaza de Tiananmen y que supuso el punto de partida de cineastas, de sobra ya conocidos en nuestro país, como Jia Zhangke o Wang Xiaoshuai. Y aunque el cine de Lou Ye se ha prodigado también por festivales internacionales, no ha tenido el mismo predicamento en nuestras salas de cine, así que joyitas como la fascinante Suzhou River, la provocadora Summer Palace o la entrañable Blind Massage, no se han visto más allá de los certámenes cinematográficos. Esperemos que su último trabajo, Saturday Fiction, presentado en este D’A que nos ocupa, tenga más suerte.
Con un riguroso y bellísimo blanco y negro, Lou Ye nos presenta una historia de amor (algo bastante común en su filmografía), eso sí, disfrazada de película de espías… pero historia de amor al fin y al cabo. Es la crónica de unos días en la vida de la actriz Yu Jin, a la que da vida majestuosa y más bella que nunca Gong Li, que vuelve a la Shanghái ocupada por los japoneses días antes del ataque a Pearl Harbour en diciembre de 1941, con la excusa de participar en una obra de teatro, pero con la misión de seducir y obtener información de un alto rango del ejército japonés (otro de los grandes del cine japonés Joe Odagiri)… Pero Yu Jin, tiene sus propias razones para haber vuelto a China, que nadan tiene que ver con la guerra que le rodea… Presentada en los festivales de Venecia y Toronto y ganadora de dos premios (director y diseño de producción) en el pasado Festival de Cine de Gijón, Saturday Fiction es un hermoso ejercicio de elegancia en su forma, pero también un tanto confusa en su narrativa. La cámara juega en todo momento entre la ficción de la obra teatral que se está ensayando, y la «realidad» que vive nuestra protagonista entre soldados japoneses, la resistencia china y el puñado de aliados franceses de una Shanghai sitiada y ahogada. Además, el realizador complica aún más las cosas al recurrir sin aviso del pasado al presente de los personajes, con lo que el encaje del puzle se hace algo más complicado todavía. Pero la absoluta maestría con la que Lou Ye maneja la cámara, junto a una ambientación y dirección artística casi onírica, hacen que esos primeros 40-50 minutos de embrollo, resulten finalmente una gozada para los sentidos, además de que todas, absolutamente todas las piezas del rompecabezas encajan a las mil maravillas. ¡Chapó Mr. Ye!
Por su parte, el realizador japonés Kiyoshi Kurosawa era el encargado de defender la presencia asiática en la sección Directions con To the Ends of the Earth. Para aquellos que conocen al director japonés por sus films de terror, quizá la visión de esta película les pueda llegar a sorprender. Conocido internacionalmente a partir de 2001 por su espléndida y terrorífica Kairo, Kiyoshi Kurosawa ha basado parte de su carrera en el género fantástico con obras como Cure (1987), un thriller al estilo de El silencio de los corderos, Bright Future (2002), Doppelganger (2003), Real (2013) o Creppy (2016). Licenciado en Sociología, Kurosawa siempre se ha preocupado de darle un contexto social a sus obras de terror, fantasía o ciencia-ficción. Sin ir más lejos, en su obra cumbre Kairo, planteaba la dualidad entre el mundo tecnológico y el mundo real, y el consiguiente distanciamiento y deshumanización con la llegada de los avances en las nuevas tecnologías. De ahí que no sea extraño que el director también haya dejado espacio en su filmografía para alcanzar el mismo objetivo desde diferentes géneros, como le sucedió con su magnífica Tokyo Sonata (2008), un drama social, donde pone el punto de vista en una familia ‘normal’ japonesa, y los lazos de unión que la sustentan.
Con parte de la producción procedente del gobierno de Uzbekistán, el director japonés retrata en To the Ends of the Earth, el viaje de una joven reportera de televisión por este país de Asia Central, durante el rodaje de un reportaje para una cadena nipona. La trama se centrará en la reportera, a la que da vida de forma entrañable la ex-cantante del grupo AKB48 Atsuko Maeda. Su personaje, que no es capaz de interactuar con nadie del país que ha venido a retratar, es reflejo de sus inseguridades, de aquellas cuestiones que aún tiene pendientes de responder: ¿Quién soy y qué quiero hacer en esta vida? Una frase pronunciada por un policía uzbeko es quizá la clave de la película: “Si no hablamos los unos con los otros, no podremos conocernos…”. La película, con una estructura sencilla, es una mirada costumbrista a un país desconocido para muchos, que invita al espectador a ir descubriendo que para disfrutar de un viaje, de la vida en general, es primordial tener esa predisposición a conocer al otro, al tiempo que te descubres a ti mismo. Para muchos una película menor de Kurosawa; para quien escribe, un paso más dentro de su notable carrera.
Una crónica de Gloria Fernández y Enrique Garcelán