El halo de culto que envuelve a la obra del realizador coreano Hong Sang-soo es equiparable al que goza Woody Allen entre el público europeo. Ambos directores crean enormes expectativas entre sus seguidores de tal manera que, muchas veces, al referirse a su último film en lugar de mencionar el título del mismo, se prefiere hablar de «la última película de…». Gijón ha dedicado parte su 51ª edición a rendir homenaje al realizador coreano y a su forma de entender el cine (como experiencia vital al margen de la industria cinematográfica, que él mismo escribe, produce, y dirige). Un homenaje compuesto por una retrospectiva donde se han podido ver ocho de las quince producciones del director coreano, además de la edición del libro «El Cine de Hong Sang-soo«. Todo estaba preparado para que el propio Sang-soo se encontrara estos días entre nosotros, compartiendo su forma de rodar, los entresijos de las variaciones a las que somete a sus personajes que parecen saltar de una de sus películas a la siguiente. Por desgracia la salud de Hong nos ha jugado una mala pasada y no hemos podido contar con él… Pero si tenemos su última película, Our Sunhi, para despedir esta edición como se merece.
Hong Sang-soo estrenaba en el mes de Septiembre Our Sunhi en Corea. Un mes antes el Festival de cine de Locarno lo reconocía como mejor director, a la vez que uno de sus más fervientes seguidores, el director catalán Albert Serra, se hacía con el premio a la Mejor Película, con Història de la Meva Mort (2013), que también ha podido verse estos días en el Festival de cine de Gijón. Our Sunhi tiene la sencillez de lo mejor de Hong Sang-soo, a la par que mantiene el protagonismo que el realizador ha otorgado a los personajes femeninos en su última etapa, en concreto desde En Otro País (2012) con una brillante Isabelle Huppert, y Nobody’s Daughter Haweon (2013), protagonizada por Jeong Eun-chae. La actriz Jeong Yu-mi da vida a la joven Sunhi, una estudiante de cine que regresa a la escuela antes de partir al extranjero buscando una carta de recomendación de su mentor. El regreso le hará reencontrarse con tres hombres que han marcado su pasado, y que la ayudarán (o no) a seguir la decisión que está a punto de tomar.
Our Sunhi está articulada mediante una veintena de planos secuencia que cuentan con una narración lineal que transcurre a lo largo de tres días. A lo largo de ellos, los personajes compartirán espacios (cafés, restaurantes, una escuela de cine o un palacio de la dinastía Chosun coreana), hablarán, reflexionarán acerca de su vida y existencia, y sobre todo, y por encima de todo, beberán soju para desinhibirse, y, por supuesto, para que les cueste menos mentir. A pesar de contar con las variaciones a las que nos acostumbra el director (idénticas frases pronunciadas por diferentes personajes, música que funciona a modo de fundido en negro, empleo del zoom y de la panóramica), Our Sunhi deja a un lado la voz en off, como si el director no quisiera que el espectador fuera partícipe de lo que piensan los personajes, ofreciéndoles sólo lo que éstos dicen y lo que hacen.
En un momento de la película Sunhi comenta «No voy a volver a citarme con un hombre. No los necesito«. El regreso de la joven provocará una reacción en cadena de los tres protagonistas masculinos (todos ellos mentirán para seducirla: ya sea escribiendo una carta de recomendación inverosímil, convirtiéndola en la protagonista de su última película, o utilizando las palabras de otra persona para definirla). Los tres pivotarán alrededor de ella intentando atarla en corto hasta llegar al desenlace del film, una memorable secuencia con aires de comedia clásica, de puertas que se abren y puertas que se cierran.
Un cierre que resume un hecho claro para Hong Sang-soo y para Sunhi: la insoportable levedad del hombre.