Ha llegado el momento de hacer balance de la quincuagésima segunda edición del Festival Internacional de Cine de Róterdam (IFFR). La programación llegaba cargada de cine asiático, con más de cincuenta largometrajes en total y algunos invitados de lujo como Masaaki Yuasa o Naomi Kawase. A pesar de la cantidad de propuestas, el cine asiático de este año sólo ha conseguido dos premios, curiosamente las dos del mismo país: Sri Lanka. Munnel (2023), un drama sobre un joven que pierde la movilidad de una pierna a consecuencia de disputas religiosas, consiguió el Premio Especial del Jurado de la sección Tiger (la más prestigiosa del Festival) y Whispering Mountains (2023), una reflexión crítica y muy ácida sobre la situación de un país marcado en estas últimas décadas por multitud de guerras civiles y revoluciones.
El auge del noir y el thriller llega también al IFFR
El Festival de Róterdam es conocido sobre todo por un cine independiente de corte “autoral” y experimental. Esto es algo que se refleja en su sección Tiger, pero especialmente este año se ha traspasado a otras secciones como la Harbour(dedicada a ofrecer una visión global del cine contemporáneo) que llegaba cargada de propuestas de género. De hecho, mi primera película del Festival fue The Abandoned (2022), un noir taiwanés con ecos del cine de Diao Yinan (El lago del ganso salvaje) que supone un nuevo ejemplo del gran nivel que tiene el actual cine negro asiático.
Siguiendo con el thriller, una de las películas que más esperaba, la filipina When the Waves Are Gone (2022) también es en cierto modo un acercamiento a este género, partiendo de una investigación criminal y la relación de dos antiguos compañeros del cuerpo policial. Cabe mencionar que dirige Lav Diaz (The Woman Who Left), y aunque sea uno de sus largometrajes más accesibles (dura “sólo” tres horas y tiene bastantes toques de humor) sigue teniendo las características principales del director, que usa el género casi como una excusa para realizar sus particulares exploraciones sobre las posibilidades del cine como arte y tratar sus temas críticos habituales.
Y no podía faltar alguna propuesta de Hong Kong, reyes absolutos (con permiso de los coreanos en estas últimas décadas) del thriller. Where the Wind Blows (2023) es un ejemplo de película que cumple en todos los sentidos: técnicamente impoluta, una historia interesante, interpretaciones destacables (sobre todo un Tony Leung Chiu-wai que nunca decepciona) y unas buenas escenas de acción. En fin, receta para un filme muy sólido que quizás se pierde algo en el melodramatismo de unas historias de amor, pero que por suerte no tienen un gran peso.
Terror en Róterdam
Vamos con el terror, un género bastante protagonista este año, al menos en cuanto a la programación asiática se refiere. En este sentido, In My Mother’s Skin (2023) era probablemente la película que llegaba con más reconocimiento, habiendo sido el primer largometraje filipino de la historia en ser seleccionado para la sección Midnight X-Treme del Festival de Sundance de este año. Además, Prime Video ya se ha hecho con los derechos de distribución de la película y tiene previsto su estreno para el último trimestre del año. Sobre ella, decir poco más que si os gusta el terror, muy probablemente la vayáis a disfrutar mucho. Y ojalá pueda ser en pantalla grande antes de que llegue a la plataforma.
Aunque no llegaba con tanto reconocimiento la gran sorpresa fue Pett Kata Shaw (2022), una antología formada por cuatro historias de terror que se estrenó originalmente en Bangladesh en forma de miniserie. Un ejemplo de que no son necesarios grandes recursos para realizar una película de terror de gran calidad, que recupera historias del folklore bengalí y las trae a la contemporaneidad, pero manteniendo siempre la esencia de esa transmisión oral, cocinándose a fuego lento pero inquietantemente divertida; una pequeña joya. Por último, mencionar también otras películas como el slasher tailandés Faces of Anne (2022) con una premisa de bucle temporal muy interesante; Deadly Love Poem (2022), un giallo que demuestra que en Indonesia no sólo se hace folk-horror; y Let it Ghost (2022) una comedia de terror hongkonesa irregular y delirante a partes iguales.
Masaaki Yuasa y el cine japonés
Este año contaba además con la presencia de Masaaki Yuasa (Inu-oh), a quien se le dedicaba una extensa retrospectiva que además de largometrajes incluía series enteras como Tatami Galaxy, que tuve muchas tentaciones de ver por primera vez en pantalla completa pero su duración total de seis horas hacía que fuera imposible de encajar. Descartada esa opción y habiendo visto ya en el Auditori de Sitges Inu-oh (2022), su última película, decidí ver su opera prima Mind Game (2001), un auténtico derroche de imaginación y creatividad de principio a fin y que merece ser visto en pantalla grande.
Si os habéis preguntado alguna vez dónde iban a parar los excrementos humanos a finales de la época Edo (siglo XIX), probablemente disfrutaréis de Okiku and the World (2023), un particular jidaigeki del veterano director japonés Junji Sakamoto. Grandes dosis de humor acompañan a una historia que es esencialmente una historia de amor.
En el espectro contrario en cuanto a experiencia tenemos a Yusuke Morii, director que presentaba Amiko (2022), su opera prima. La película retrata a una niña que vive, desde su a veces excesiva inocencia, cómo su familia empieza a desintegrarse sin que ella sea capaz de entender nada. Tiene destellos de genialidad, sobre todo cuando se adentra en los mundos mágicos internos de Amiko, pero es cruel y cruda, lo que hace que sea un visionado complicado a nivel emocional.
Cine coreano: de lo comercial a lo independiente
La programación coreana de esta edición era especialmente interesante, sobre todo por el contraste entre producciones más comerciales y producciones experimentales. En cuanto a las primeras, One Win (2023) era a priori, la propuesta más reconocible, sobre todo porque cuenta con el lujo de tener a Song Kang-ho (Parásitos) en el papel protagonista. La película trata sobre un equipo de vóleibol femenino disfuncional que empezará la temporada con un único objetivo: conseguir una victoria. Es muy divertida y entretenida, brillando en los momentos deportivos pero cojeando un poco en el desarrollo de personajes (a excepción, quizás, del entrenador que interpreta Song Kang-ho).
En el espectro más experimental están películas como Unidentified (2022), que parte de una premisa de ciencia ficción (unos ovnis han aparecido por todo el mundo) que sirve como excusa para explorar cuestiones sobre la comunicación y la alienación de la sociedad contemporánea. Y sí, su premisa recuerda a Arrival (2016) pero los caminos que toma son muy distintos y es difícil llamarle película de ciencia ficción más allá de su primera asociación. Más experimental incluso era Night Walk (2022), una propuesta que mezcla poesía, el paisaje nocturno de Seúl y bocetos que se dibujan encima de las imágenes. A una propuesta ya de por sí arriesgada, se le añade el hecho de que la película no tiene sonido. Hay que decir que fue una auténtica experiencia verla en una sala absolutamente llena, ya que inevitablemente algunos de los espectadores cayeron profundamente dormidos y el filme dejó de ser mudo dando paso a una sinfonía de ronquidos que encajaban a la perfección con los paisajes nocturnos que se mostraban. Dejando de lado la anécdota, es una obra que se puede disfrutar pero debe ser en un momento y con un humor muy concreto.
Visualizando los márgenes: cine censurado
Una casualidad que se produjo en mi experiencia en el Festival es que pude hablar con tres cineastas y en los tres casos las películas que presentaban, muy probablemente, no van a poder estrenarse en su propio país. Lo más triste de todo es que, aunque me interesen particularmente las películas con contenido crítico, es algo que fue totalmente inintencionado.
Los primeros con los que hablé fueron el director, el productor y la actriz protagonista de la película malaya Maryam (2023), que trata sobre una mujer de unos cincuenta años de familia adinerada que quiere casarse (por primera vez) con un joven al que su padre no acepta por el simple motivo de ser africano. Badrul Hisham Ismail, su director, me comentaba que desde un primer momento sabía que la película no iba a pasar la censura, por lo que la realizó con la total libertad de saber que iba a contar la historia que quería y como quería. Las dificultades a las que se enfrenta Maryam(interpretada por una genial Sofia Jane) son las han vivido muchas mujeres malayas y que en gran parte de los casos terminan en un repudio por parte de la familia. Una película que cuestiona temas muy delicados sobre la visión de la mujer en la religión musulmana, necesaria sobre todo para la propia población de Malasia, lo que hace que sea aún más triste que no vaya a poder estrenarse allí.
Cuando miraba la programación antes de ir al Festival, una de las películas que más me llamó la atención fue Gagaland (2023), una película que competía en la secciónTiger y que además estaba dirigida por una directora de sólo 23 años, con la que fue un auténtico placer poder charlar. Teng Yuhan, la directora, empezó a realizar la película con sólo 19 años, poco después de empezar a estudiar cine en la Academia de cine de Pequín (que luego abandonaría) y pudo realizarse gracias al apoyo del Pingyao Crouching Tiger Hidden Dragon International Film Festival, fundado por nada más y nada menos que Jia Zhangke (Un toque de violencia) y Marco Muller (antiguo director del Festival de Venecia). Gagaland es imperfecta, pero su encanto y su ambición al buscar un nuevo lenguaje cinematográfico propio de la Generación Z es innegable y loable. Es hilarante de principio a fin, mezclando una estética tiktok y del mundo de los streamings con una historia clásica de comedia romántica. No es para todo el mundo, pero es una rareza dentro del cine chino contemporáneo.
Por último, tuve la oportunidad de hablar con el iraní Amir Toodehroosta, director de una de las películas que más me impactó. Numb (2023) se centra en el día a día en la escuela de Rohan, un niño de unos seis años, que vivirá multitud de experiencias, muchas de las cuales será incapaz de entender. Amir no rehúye de ningún tema delicado, desde el cuestionamiento de ciertos dogmas religiosos al abuso infantil, pero lo trata siempre desde la perspectiva de Rohan y lo hace desde una delicadeza y sensibilidad admirables.
Hasta aquí mi repaso a una edición que ha cumplido en todos los sentidos, ofreciendo cine que va desde lo más experimental a lo más comercial. Espero que hayáis ido apuntando títulos en vuestras watchlist y ojalá algunos de ellos puedan llegar a verse en nuestro país, ya sea en cines (eso sería lo ideal) o en plataformas. Os mantendremos informados a través de nuestras redes sociales. Y a Róterdam, nos veremos el año que viene.
Un reportaje de Josep Santcristòfol