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Festival Internacional de cine de Gijón. Día 3 y 4. Domingo 18 y Lunes 19: “De exposiciones, sidra (ya era hora) y cine… mucho cine”.

21/11/2012

Una vez ya adaptada a una nueva ciudad y al ritmo de su Festival más importante, mi estancia en Gijón tenía que pasar por madrugar y, efectivamente, acudir a los pases de prensa matutinos… nada comparado con Sitges, esto es vida… Así que a las 09:30h del domingo estábamos ya sentados en la butaca para ver la primera de la mañana: la película israelí Epilogue que compite en la Sección Oficial del certamen (y ésta no iba a ser la única del día). Epilogue nos propone un viaje, el último día en las vidas de una pareja de ancianos, los dos ya con más de 80 años y solos, pues su único hijo marchó a vivir a los EEUU para huir, en cierto modo, de la autoridad y el modo de hacer de un padre obsesionado con el pasado. Su desamparo queda patente nada más empezar la película, cuando una funcionaria asistente social irrumpe en sus vidas una mañana para “chequearles” y comprobar su estado de salud… A partir de aquí, cada uno emprenderá su particular final de viaje de sus vidas por la ciudad. Una película muy correcta, con las interpretaciones de ambos ancianos verdaderamente notables y con un tramo final absolutamente estremecedor.

El debut de Amir Manor, el director, en el largometraje no es de sobresaliente, pero habrá que seguirle los pasos muy de cerca porque promete… y mucho. Como curiosidad, apuntar que la sesión de público que se hizo por la tarde en el Teatro Jovellanos de esta misma película estuvo bañada por la polémica: la asociación pro-palestina acampó delante de la puerta clamando sus consignas y protestando por la proyección de la película israelí y el apoyo a la misma de la Embajada. Nuestra pregunta: ¿habían visto estas personas la película? ¿Sabrían que Epilogue no tiene absolutamente ningún mensaje político? Seguramente no… De nuevo la política interviniendo en la cultura. En fin…

Otra israelí nos quedaba por ver en el día: Off White Lies de la debutante Maya Kenig que se incluía en la sección Enfants Terribles. Situada en la 2ª Guerra del Líbano (2006) donde zonas del norte de Israel eran bombardeadas días sí día también, esta especie de road-movie nos cuenta la relación que se establece entre Libby, de 13 años, y su padre a quien no ve desde hace casi 8 años. La pre-adolescente abandona la soleada California donde ha estado viviendo con su madre y su actual pareja, para irse a vivir a Israel junto a un padre al que no conoce y que ni tan solo tiene un hogar que ofrecerle. Fácil, para todos los públicos, bienintencionada, blanca… el film se ve de forma agradable y deja buen sabor de boca. Perfecta para la sección en la que se incluía.

Retrospectiva Amir Naderi

Debo reconocer que me enfrentaba a un director y a una filmografía desconocida para mí. Mis conocimientos de cine iraní son limitados y, a parte de los ya conocidos nombres como Makmalbaf, Kiarostami, Panahi, Gobhadi, etc, Amir Naderi no entraba en el mapa de mi cinematógrafo particular iraní. Y quizá con cierta razón (o no), pues Naderi rodó 9 películas durante los años 80 en Irán, hasta que se exilió a los EEUU, participando luego del movimiento de cine independiente y underground de inicios-mediados de los años 90 americano. En los USA rodó 7 películas (retratos de Nueva York y Las Vegas), hasta que marchó de nuevo, esta vez a Japón, donde ahora reside y trabaja como profesor de cine japonés e italiano en una escuela de cine y donde ha rodado su último trabajo de producción nipona y que se ha podido ver de estreno en el Festival de Gijón: Cut.

Y es que así es Naderi, inquieto, carismático, personal (muy personal: sus aventuras por el mundo, sus obsesiones, sus pasiones se reflejan de forma contundente y sin concesiones en sus films… quizá por ello algunos resulten un poquito ‘naives’ en ese sentido) y, sobre todo, incansable, lleno de energía, siempre corriendo de un lado a otro del mundo (igual que lo veíamos recorriendo los pasillos de las salas de cine arriba y abajo intercambiando impresiones con los espectadores, estableciendo siempre el diálogo y presentando todas y cada una de sus películas con el posterior coloquio al final de ellas). Según sus palabras: “No puedo estarme quieto. Siempre estoy  en busca de alguna cosa. Es una búsqueda constante, estar siempre en movimiento”. Y así son también sus personajes: no paran ni un segundo quietos en pantalla, siempre corriendo, siempre buscando… ya sea en Irán, en Manhattan o en Tokio. En Runner (1985), su única película iraní que se ha visto en el certamen asturiano, retrata la infancia en  el Irán de Jomeini y en las postrimerías de la guerra con Irak. En ese contexto, el niño protagonista, Amiro, correrá y correrá para conseguir la felicidad, la cual a veces pasa por conseguir un mejor trabajo (de recogedor de botellas de vidrio a limpiabotas), por acceder a la escuela (acude a las clases de adultos por la tarde-noche) o simplemente ganar en las pequeñas competiciones que se plantea con su grupo de amigos. En Manhattan by Numbers (1993), su época indi y underground americana, seguiremos a George y recorreremos Nueva York de norte a sur y de este a oeste en busca de los 1.200 dólares que le faltan para que no lo desahucien de su casa (algo que no nos suena demasiado, ¿verdad? Y eso que han pasado casi 20 años). En Marathon (de 2002) nos desplazaremos con Gretchen, una joven neoyorquina, por el metro de Manhattan, de un lado a otro, en busca de ruido para que pueda conseguir la concentración que necesita para superar su marca personal en la maratón anual de crucigramas (a los cuales Naderi también es un adicto según comentó en la sala). Y la última película que conforma la retrospectiva, la más actual y la que más ganas teníamos de ver: la japonesa Cut. En ella, el joven Shuji  corre por las calles huyendo de la policía al alterar el orden público por proclamar con altavoz su lema: “el cine de hoy está muerto, sólo es entretenimiento y negocio; se ha perdido el arte de hacer películas, hay que reivindicar a los clásicos y volver a hacer cine como antes”. Shuji ha montado su propio cineclub en la terraza de su casa y allí se reúnen para ver películas de Buster Keaton, de Yasujiro Ozu, de John Ford o Akira Kurosawa… Pero la vida de Shuji cambiará completamente cuando la yakuza le reclame una deuda que les dejó a deber su hermano… Shuji acabará convirtiéndose en un ‘saco de boxeo humano’…

Todavía nos faltan por visionar 2 películas de Amir Naderi, pero podemos decir ya, sin ningún miedo a equivocarnos, que Naderi es tan personal en sus historias como libres en la creación son sus films: montaje absolutamente dinámico (“la edición tanto de imagen como de sonido a la hora del montaje es el trabajo más importante para mí”, nos comentaba en la rueda de prensa), retrato enérgico de los más desfavorecidos, pequeñas y minúsculas historias que retratan el pálpito de una ciudad o sociedad y, siempre, un mensaje final: la supervivencia por encima de todo… al final, por la mañana, siempre sale el sol de un nuevo día. Os contaremos más de Amir Naderi cuando veamos las dos películas que nos faltan.

Cuando acudes por primera vez a un festival y este es Gijón, estaría muy mal si te fueras sin haber probado alguno de los productos de la ‘tierra’. Con lo que no podía despedir a mi compañero de andanzas en los primero días del Festival (Jordi Codó) sin brindar con un poco de sidra asturiana. Así que después de echarles un vistazo a las exposiciones que este año nos brindaba el Festival, una sobre sus 50 años y otra, bastante singular, sobre “El Cartel de Cine Checoslovaco” (donde vimos cómo reflejaban los artistas gráficos checoslovacos las diferentes producciones españolas que iban estrenándose en aquellos lares), no debíamos dejar que Jordi se marchara sin pisar una sidrería y allí que nos fuimos…

Por la noche me esperaba una sorpresa: la cinta de animación Approved for Adoption fue una auténtica sorpresa… agradable. Os lo cuento mañana, así también añadiré los comentarios que su realizador Jung hizo en la rueda de prensa del día siguiente.

Hasta lueguín (como dicen los asturianos)…

Una crónica de Gloria Fernández

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