
Lo cierto es que lo que debió molestar más a las mentes puritanas inglesas es que se mezclase gore con alguna que otra escena sexual (culminando con una castración demasiado explícita como para no apartar la vista de delante la pantalla). Shiraishi recibió la noticia con cierto entusiasmo ya que según él pretendía tocar la fibra a los más aprensivos y moralistas. Parece que lo ha logrado. Los que no vieron la sentencia con buenos ojos son los más perjudicados por la decisión: la distribuidora inglesa 4Digital Media, con sello propio para el cine asiático, se ha comido con patatas los derechos contratados. Como compensación, la productora japonesa les ha cedido el filme Death Tube (Yohei Fukuada, 2010), cuyo explícito título hará las delicias de los fans del gore nipón. Todo esto mientras seguimos merendando diariamente con la misma tele basura pornográfica. ¿Por qué no prohibimos la hipocresía y no una película, por muy abyecta y trash que sea?
Eduard Terrades Vicens