Uno siempre tiene la sensación cuando acude a una entrevista con un director que la persona con la que va a encontrarse está en una especie de “otra dimensión” y que tú, con tus preguntas no harás más que tratar de acceder a ella con ninguna o alguna, en ocasiones, posibilidad de éxito. Eso, depende de con qué directores, ocurre, con lo que la entrevista es un total fiasco, y otras, simplemente logras traspasar la barrera después de mucho esfuerzo y de plantear cuestiones y temas más o menos ingeniosos… ¿Quién iba a pensar, después de todo lo visto en su cine, que Apichatpong iba a ser diferente? Pues sí, la sorpresa fue mayúscula cuando ante mis dudas, mis miedos y mi inseguridad me encontré delante a la persona más amable y más ‘zen’ (en todo el amplio sentido “kármico” de la palabra) de todas las que me había topada desde hacía mucho, mucho tiempo. Allí, en el hall del hotel Melià de Sitges, Apichatpong Weerasethakul desprendía armonía, calma, paz… Y aquí paro… Pero lo que sí pude constatar aquella mañana de sábado es que, después de hablar con el director, su cine recobra, para mí, una nueva dimensión, un nuevo entendimiento antes apenas sospechado… Y eso, ya es todo un hallazgo.
CineAsia (CA): Primera pregunta obligada: ¿cómo capital español, en este caso catalán, llega a la producción de su película?
Apichatpong Weerasethakul (AW): No lo sé… es un milagro (risas). Porque la película de Uncle Boonmee… es muy personal como mis otros trabajos anteriores. Mis productores, Simon Field y Keith Griffiths, estaban intentando encontrar financiación entre aquella gente que pudiera entender y que le gustara el trabajo que yo hago, pues es muy personal, y realmente no sé cómo encontraron finalmente a Luis Miñarro. Estuvimos en contacto, conocí lo que él había producido anteriormente y así empezó la historia.
CA: Desde el profundo respeto hacia su trabajo y desde mi más sincera honestidad, ¿nos podría dar alguna pista, algunas claves, para que una persona ‘normal’ (un padre de familia de clase media, por ejemplo) pueda decodificar, entender el discurso narrativo que usted nos propone en su película “Uncle Boonmee…” y en general en todo su cine?
AW: No conozco la solución o la fórmula para decodificar mis películas… porque para mí es algo muy natural, me sale de forma natural, es una manera de pensar, un patrón de pensamiento que yo tengo interiorizado, es como mi memoria fragmentada que va saliendo por sí sola. Con los años creo que la recepción del público va mejorando. No es precisamente una consecuencia del premio recibido en Cannes, sino una cuestión de tiempo que la gente pueda explorar y entender a un director y a sus películas. Al principio, mis primeras películas pudieron generar cierta confusión pues el público no me conoce y no sabe qué estoy haciendo. Ni yo mismo lo sabía porque necesitaba encontrar mi propia expresión también. Es como conocer a una persona, eso te lleva tiempo. No hay una lógica o una fórmula matemática que te lleve a eso. Simplemente creo que hay que dejar de lado las expectativas que la gente tiene de lo que es el cine, de lo que es el sistema y de cómo funciona, y hay que ir a mi película como si fueras a hacer un viaje, como cuando vas a un país extranjero, no cuestionar nada, no esperar nada, simplemente pasear, mirar, ver… Es como cuando coges un autobús y te dejas llevar: no te preguntas ¿qué pasa? Simplemente ves que algo está pasando… y eso es la vida, simplemente a veces no entiendes lo que pasa a tu alrededor.
CA: En prácticamente toda su filmografía existe una dicotomía entre la ciudad y el campo, la selva, el bosque… Sin embargo, en “Uncle Boonmee…” nos traslada directamente al corazón de esa selva… ¿Es éste un paso hacia delante en su carrera o en su vida?
AW: Creo que con esta película cierro un capítulo de un periodo de mi vida. En Uncle Boonmee… he querido hacer un tributo al pasado, a mis películas pasadas. Hay un tema recurrente en toda la película que es el tema del reencuentro de los personajes, del recuerdo y de la memoria… y bajo todo eso, hay una conciencia política del lugar donde se ha rodado que es el noroeste de Tailandia. No son dos partes claramente distinguidas, pero sí se habla de un cine que ya ha pasado. Espero que mi siguiente película esté enfocada a explicar o desarrollar algún tema socio-político y adentrarme más en la actualidad de mi país.
CA: En su película, en momentos oportunos, se para la acción y usted muestra fotos fijas de gente uniformada… ¿tiene que ver con esa parte socio-política de su país que usted intenta explorar?
AW: De hecho esta película, Uncle Boonmee…, forma parte de un proyecto de vídeo-instalación llamado “Primitive Project” que he ido haciendo durante todo el tiempo de rodaje. En todo este proceso, trabajé en un pueblo en el noroeste de Tailandia (Nabua) y compartí bastante tiempo con los adolescentes que vivían allí que iban todos vestidos como si fueran militares. Jugamos y compartimos juntos y de ahí salen las fotografías que inserto en mi película. En Uncle Boonmee… utilizo estas imágenes como un recuerdo del tiempo vivido con esos jóvenes y las fusiono con los recuerdos y memoria del propio tío Boonmee, en un intento de combinación entre mis propios recuerdos con los del protagonista de la película. De hecho hay un momento en Uncle Boonmee… en que el protagonista oye una voz, es como si estuviera soñando… Pues bien eso me pasó a mí, yo soñé una noche, me levanté y empecé a escribir rápidamente lo que había soñado… El proyecto de la instalación es una combinación entre lo vivido y lo que soñé esa noche.
CA: Hay un concepto que yo sí entendiendo en sus películas, y es el concepto del “universo” como un todo, como un global, como que al final todos formamos parte de un mismo ‘todo’: humanos, animales, naturaleza… todos somos parte de ese “universo”. Y sobre eso, hay unas imágenes recurrentes en su filmografía: aquellas en que el / los protagonista/s se introduce/n en una especie de ‘cueva’ (gruta, túnel oscuro…)… ¿en una idea de volver al seno materno, es así, como si la propia naturaleza fuera ese mismo seno materno?
AW: Sí, es así, queda muy obvio en esta película, que ese volver a la jungla en la que nos sentimos como alienados es como un volver a recordar. De hecho, la selva es el lugar donde nuestros ancestros vivieron, era su casa y es nuestra casa, lo llevamos interiorizado sin darnos cuenta y yo quería enseñar de nuevo de dónde venimos, así que mis personajes retornan a su casa. Especialmente el tío Boonmee, porque se está muriendo, va a su primer recuerdo, es como muy simbólico, pero va a los recuerdos de su infancia. Cuando leemos, por ejemplo, a Marcel Proust, la mayoría de sus recuerdos siempre son de la infancia.
Es un hecho también científico, cuando nos vamos haciendo mayores, recuerdas mucho más tus tiempos de infancia. Por eso el volver a la cueva, porque el tío Boonmee nació allí con lo que es su primer recuerdo.
CA: También imagino que forma parte de sus recuerdos el hecho de que en la mayoría de sus películas haya alguien enfermo y alguien que lo esté cuidando: médicos, doctores… Creo que sus padres son médicos… ¿Son parte siempre de sus recuerdos (como también los plasmó en Syndromes and a Century)?
AW: Sí porque yo crecí alrededor de áreas hospitalarias durante mis primeros 15 años de vida… El hospital era nuestro patio de recreo, donde jugábamos, así que los hospitales son muy compatibles con mi forma de ser. Sí, sí… soy un adicto… bueno, no soy un adicto en el sentido estricto de la palabra, pero me siento muy cómodo con el ambiente médico, con los colores, el verde, el blanco e incluso el olor de antiséptico me reconforta, porque me trae recuerdos de mi niñez. De hecho, siempre quiero ir a los hospitales… No sé, por ejemplo cuando estuve en Canadá había un hospital que era precioso y yo quería ponerme enfermo para poder ir allí… En estos films muestro mi afecto por la arquitectura de la naturaleza de la humanidad y el hecho de que los hombres siempre estamos enfermos de algo: en películas como Syndromes and a Century, Tropical Malady o Blissfully Yours… hay como un tema recurrente que es el enfermar o el hospital… Yo sólo digo que el “amor” es una de las enfermedades que no podemos evitar, así que siempre estamos y estaremos enfermos de alguna cosa.
CA: Y hablando de arquitectura, usted estudió la carrera de Arquitectura y empezó realizando video-instalaciones. El paso al cine, ¿fue accidental o porque quería explorar nuevos espacios o nuevos lenguajes?
AW: Sí estudié arquitectura y acabé la carrera. De hecho mis primeros trabajos fueron cortometrajes que formaban parte de video-instalaciones. Ocurría de forma automática porque mi amigo era comisario de exposiciones y siempre colocaba mis cortos en sus galerías… así que era como lo normal.
Lo del cine creo que fue como una expansión del formato de cortometraje porque mi primer largometraje era muy fragmentado, era casi como un documental de mi recorrido, de mi viaje del norte al sur de Tailandia, y así podía parar cuando quisiera o cuando me quedaba sin dinero. Era como un método de trabajo en el que no había un “stop” sino que el cortometraje iba creciendo, se expandía y se convertía en largo.
CA: ¿Y qué se siente más cómodo haciendo: cortos más enfocados al vídeo-arte o dirigiendo largometrajes? ¿O quizás la combinación de ambos trabajos?
AW: Los dos trabajos ayudan y de hecho se compenetran el uno con el otro. Porque los largometrajes te llevan mucho tiempo, quizá dos o tres años, así que llega un momento en que ‘enfermas’ de ellos, acabas un poquito harto de todo el proceso y quieres escaparte y entonces realizas un corto en medio, como una adicción, como el comer. El corto ayuda realmente cuando estás buscando financiación para un largometraje, es algo muy pesado con lo que hacer un corto te sirve para distraerte y hacer algo creativo en ese proceso. Siempre me pasa cuando estoy rodando un film largo, que necesito descansar, parar un tiempo y hacer un corto, pero a veces cuando hago cortos, me digo ‘necesito parar, tengo que hacer un largometraje’.
CA: De hecho, en el mes de Abril en el Museo Reina Sofía de Madrid proyectaron el cortometraje “A Letter to Uncle Boonmee” y ahora se estrenará en breve su película que antes pasará de nuevo por el museo, ¿hay un discurso entre ambos trabajos? ¿Están conectados o son piezas diferentes?
AW: Sí, están conectadas. De hecho cuando hice el cortometraje A Letter to Uncle Boonmee es cuando estaba todavía trabajando en la producción de la película final, el guión ya estaba escrito pero todavía no estaba finalizada. El corto es como si fuera parte de las localizaciones, del paisaje y de la arquitectura para después hacer la película. Es como un prólogo de la película final… es de hecho una carta personal que yo le envío al tío Boonmee y en la que le digo que quiero hacer una película sobre él para que esté preparado.
CA: Siempre se le ha encajado como un director minimalista, contemplativo… pero lo cierto es que su trayectoria y su obra es de lo más variada: “The Adventures of Iron Pussy” es una especie de parodia ‘camp’, “Worldly Desires” es un falso ‘making off’ de un melodrama, o “Mysterious Object at Noon” es un relato fantástico… ¿El paso al cine más contemplativo que ahora hace ha sido de forma natural?
AW: De la misma forma que antes tenía la estructura narrativa fragmentada en dos partes (fluctuaba mucho en la fragmentación de dos estructuras), ahora no quiero verdaderamente encasillarme en ninguna fórmula. Es como que cuando hay agua en un vaso quiero empezar a moverlo y agitar esa agua para que empiece a cambiar. Cuando funciona bien y es tan compatible, tengo ganas de activarme y empezar a transformarlo en algo distinto. Me interesa mucho la arquitectura, la música, lo que la vida ofrece: la cultura pop, el melodrama… Realmente la gente tiende a encasillar el trabajo de sus contemporáneos ya que los grandes festivales como Cannes o Venecia lo enfocan desde esa perspectiva, pero hay eventos más pequeños que se enfocan desde otra perspectiva, como la cultura pop y a mí también me interesa este tipo de diversidad.
CA: Sin embargo su cine siempre se compara con la obra de autores como Abbas Kiarostami o Hou Hsiao-Hsien, ¿cómo se siente con eso?
AW: Me siento estupendamente, porque las películas de Kiarostami o de Hou Hsiao-Hsien fueron como una inspiración para mí, abrieron mis ojos a este tipo de cine. Estuve en contacto con ellos a principios de los años 90 cuando estaba en Chicago, cuando tuvo lugar la eclosión del cine iraní y el taiwanés. Especialmente yo me enfoqué en el cine de Taiwán ya que había muchas similitudes entre los aspectos culturales entre Taiwán y Tailandia. Así es como quise volver a Tailandia y empezar a hacer un cine que nunca se había hecho.
CA: En cuanto a distribución cinematográfica, su obra, a excepción de Tropical Malady y ahora Uncle Boonmee…, es una gran desconocida en España, sin embargo, a nivel artístico su trabajo sí se ha visto en diversos centros de arte: “Ghost of Asia” en el Centro José Guerrero de Granada; “Phantoms of Nabua” en el Centro Cultural Montehermoso de Vitoria, etc. ¿Qué término se le acerca más para definirle: artista plástico, director de cine o, simplemente, ‘creador’?
AW: Como he dicho antes, me entusiasma tanto hacer video instalaciones como hacer cine… necesito ritmos distintos, cambiar de escenografías ¿sabes? Necesito diferentes formas y vías para poder expresarme. A veces cuando trabajas en una instalación de video-arte, eso te ayuda a entender la naturaleza de algunas de las imágenes que expreso en el cine, me inspira muchas veces en cómo hacer la película… y el público entra mucho, es muy activo en este proceso. La atención, el tratamiento del tiempo es distinto. Realmente hacer arte o hacer películas, todo en un conjunto es como me lo paso bien, es como intento expresarme.