«No sé exactamente por qué, pero siempre me siento culpable por algo».
Nuevamente en el marco del último Festival de Sitges donde presentó su último largometraje, Headshot, CineAsia y nuestros amigos de Asiateca, tuvimos la suerte de poder tener una larga y tranquila entrevista con uno de los directores tailandeses más internacionales: Pen-Ek Ratanaruang. Considerado el realizador de referencia dentro del cine independiente tai, Ratanaruang habló con nosotros de sus filias y sus fobias, de su último film, de sus anteriores temáticas, de la corrupción y la censura en su país y de sus futuros proyectos… El día anterior nos dejó a dos velas (nos canceló la entrevista en el último momento), así que nos debía una conversación distendida, agradable y sin prisas, si quería que le siguiésemos teniendo en tan alta estima… Y lo consiguió, cumplió, y vaya si lo hizo. Aquí tenéis la prueba.
CineAsia: Headshot es la adaptación de una novela llamada ‘Rain Falling up the Sky’: ¿cómo surgió la idea? ¿Por qué adapta una novela, cosa que no ha hecho en sus anteriores películas? ¿Qué dificultades ha encontrado?
Pen-Ek Ratanaruang: Hice ya una adaptación de una novela con la película Monrack Transistor, con lo que ésta es la segunda vez que lo hago. ‘Rain Falling up the Sky’ es una novela de un amigo mío mayor que yo, que siempre había querido que adaptara una de sus novelas al cine. Él escribe mucho y siempre que termina un libro me lo envía, así que tengo un montón de novelas suyas pero, la verdad, nunca las he leído. En un principio yo quería adaptar otra novela, una comedia, así que escribí la adaptación de esa novela y me puse a grabar otra película. Al terminar, volví con este guión, pero no pude continuarlo, no pensé que fuera cómico que es lo que buscaba, así que le dije al productor que no podía hacerlo. Después buscando en otros libros encontré ‘Rain Falling up the Sky’, pensé que el título era muy interesante así que lo leí y decidí adaptarlo.
CineAsia: En Headshot está muy presente el tema de la corrupción en Tailandia, que tristemente es algo que nuestros países parece que tienen en común. ¿Tuvo algún problema con la censura en su país por tratar estos temas?
Pen-Ek Ratanaruang: No, ningún problema. Es tan común en Tailandia que todo el mundo sabe que los políticos son corruptos, incluso los mismos políticos saben que son corruptos. Tengo la extraña sensación de que las personas con poder a veces disfrutan haciendo que el resto de la gente sepan que son corruptos, porque es como una cualidad del mismo poder el decir: “Yo puedo ser corrupto”; yo no puedo hacerlo, ellos sí. Yo voy a una tienda y robo algo pequeño como un bolígrafo y voy a al cárcel, pero los que tienen poder pueden vender las tierras del país a los extranjeros, nunca pagan impuestos, nos roban y se van de vacaciones con sus familias con ese dinero, y pueden hacerlo, se les permite. Vuelan en primera clase sin pagar… creo que les gusta que nosotros sepamos que son unos corruptos, que son unos sinvergüenzas, les da igual. Si eres un sinvergüenza no te hace daño ser un corrupto. Pero no tuve ningún problema con la censura, el único problema que tuvimos con la película fue que un monje matara a gente. En Tailandia el Budismo y los monjes lo son todo, por eso la primera escena de la película la grabamos completamente con cámara subjetiva, para que la censura no dijera nada. Después nos dimos cuenta de que fue una gran idea porque la película trata sobre la visión de una persona.
CA: Es la segunda vez que trabaja con Nopporn Chaiyanam, ¿qué tal es su relación? ¿Se encuentra a gusto trabajando con él?
PR: Sí, me siento muy cómodo. Hice mi última película con él, que se estrenó aquí en Sitges, fue la primera vez que trabajamos juntos. En Tailandia muy pocos actores y actrices se toman en serio el actuar, la mayoría de ellos se convierten en estrellas y gente famosa pero no hacen películas interesantes… Y no son buenos actores, simplemente son guapos. Pero Nopporn es uno de los pocos actores que yo creo que no quiere ser una estrella, es bastante tímido pero quiere convertirse en un actor serio y llevó el papel mucho más lejos de lo que yo esperaba. Los buenos actores hacen eso, hacen que te des cuenta de que alguna parte del guión quizás es demasiado floja, que no lo has hecho bien en esa otra parte… Ensayamos aproximadamente durante diez días, también hicimos talleres, y durante ese tiempo hablamos mucho y empezamos a decidir cómo hacer las cosas. Creo que su apariencia también es muy interesante, desde el principio de la película hasta el final su imagen cambia muchísimo, al final está muy delgado, casi como yo (risas) pero es como él (señalando a Gorka, nuestro traductor)… da bastante miedo.
CA: Una característica de gran parte de sus personajes desde Last Life in the Universe es que siempre se mueven entre el bien y el mal, nunca son ni buenos ni malos, pero siempre tienden a intentar buscar la redención en un sentido kármico. ¿Le gustan este tipo de personajes torturados?
PR: Sí, yo mismo soy bastante parecido… no voy por ahí matando a gente pero creo que tengo algo de ellos… No sé por qué pero siempre me siento culpable por algo, no como los políticos en Tailandia que nunca tienen la culpa de nada. Y el caso es que yo no he hecho nada tan malo en mi vida, tampoco soy un buenazo, pero siempre me siento culpable por alguna cosa. Quizás arrastro sentimientos de culpabilidad con respecto a mi madre, porque no la he cuidado demasiado bien debido al trabajo y los rodajes, y aunque vivamos en la misma casa sólo la veo dos días a la semana. Si estoy rodando en localizaciones siempre me siento culpable. Me siento culpable por decirles a los lugareños del lugar donde rodamos que se callen porque tenemos que grabar, que no deben molestar… así que siempre me siento culpable. Con los actores también, el personaje principal está súper-torturado, ves cómo va adelgazando, no habla con nadie… y yo me siento fatal. Parece que siempre encuentro algo sobre lo que sentirme culpable. Y no he hecho nada.
CA: ¿Y eso lo intenta plasmar en sus personajes?
PR: No lo intento, creo que simplemente me sale así. A veces pienso, voy a hacer una película muy comercial, que sea puro entretenimiento, con su bueno y su malo… Pero cuando empiezo a rodar la película nunca funciona, no sale así. Creo que uno no puede escapar de sí mismo.
CA: ¿Tampoco escapan sus películas a esa visión budista del mundo? Porque en Nymph ya intentó recrear ese mundo más fantástico de los espíritus y la naturaleza…
PR: Cuando hago películas realmente no pienso en ese tipo de cosas. Hago las películas que puedo hacer, y cuando las hago quiero que sean buenas películas, que tengan buen acabado y todo eso, pero no pienso mucho en ese tipo de cosas, si tiene un punto de vista budista o no… o el protagonista es un personaje torturado o no…
CA: Su primera película fue una comedia como Monrack Transistor, luego se pasó al thriller con SixtyNine; Last Life in the Universe es una especie de drama con toques noir; en Nymph utilizaba más el fantástico. ¿Le gusta ir cambiando de género o le gusta el género puro?
PR: Cuando tengo una idea siempre encuentro algo en ella con lo que tengo una relación más personal, y entonces es cuando hago la película. A veces acaba siendo una comedia, a veces un musical, a veces una película de fantasmas, un thriller noir… Para mí el género no importa demasiado, tengo que sentir una conexión personal con la idea y después de notar esa conexión empiezo a escribir el guión, y al final acaba siendo lo que es, no pienso en el género por anticipado. A veces es difícil porque cuando estás buscando financiación te preguntan, y les dices: “será una comedia”, y les encanta la idea e invierten dinero; pero cuando la acabas te dicen: “es una película muy triste”. Es decir, cuando ven la película se ponen blancos y dicen: «queríamos una comedia”. La película Ploy quería que fuera una comedia al estilo de las películas de Woody Allen: marido y mujer discutiendo, diálogos, etc. Pero cuando la acabé era como una película de Bergman: muy oscura, triste y bastante morbosa. Tuvimos inversores de Holanda y de Tailandia para esa película y cuando vieron la primera edición se quedaron mudos: “bueno… nos dijiste que sería una comedia”; y yo les decía: «pero creo que esto es muy gracioso, marido y mujer que discuten durante dos horas creo que es lo más gracioso del mundo» (risas). Para mí es muy difícil controlar este tipo de cosas.
CA: Parece que realmente el proceso de rodaje y escritura del guión fuera un poco improvisado según nos cuenta. Sin embargo, el montaje de Headshot nos parece muy interesante y ha tenido que estar muy planificado para que el espectador no se desconcierte con los continuos saltos temporales.
PR: Escribí el guión así: presente, pasado, presente, pasado… Estos cambios de tiempo ya figuraban en el guión y el montaje nos costó mucho, estuvimos muchísimo tiempo porque lo que habíamos planeado no terminaba de funcionar bien. Headshot no es una película personal, quería hacer una película para entretener a la gente, una película de acción. No quería que fuera una película personal como Last Life in the Universe, así que me dije: “tienes que tener cuidado, quiero que la gente sea capaz de seguir la película pero a la vez no quiero ponérselo fácil». En una película como Headshot quieres que el público se sienta como el protagonista, pero no quería rodar todo el rato del revés, así que tienes que hacer que el público tenga algún tipo de dificultad para poder pasar esa experiencia en la película, tienen que pasarlo un poco mal ellos también, pero tampoco debes pasarte porque entonces se pierde el interés. Hicimos una primera versión de la película e hicimos un visionado con unos amigos y conocidos y dijeron: “Perfecto, podemos entenderlo todo”; entonces, mi montador y yo dijimos que era demasiado fácil y la remontamos y volvimos a hacer otro visionado con otras personas que comentaron: «Estamos perdidos, no lo entendemos”… Y esa fue la versión que dejamos. El proceso de montaje para buscar este equilibrio fue bastante largo. Esta versión final no convence al productor francés, creo que es demasiado confusa, querían que añadiera más rotulación explicando el momento temporal y yo me negué. Incluso ahora este productor sigue teniendo ciertos problemas con la película.
CA: Los que hemos seguido su carrera hemos visto que su estilo visual y su tempo narrativo han ido evolucionando. Por ejemplo, SixtyNine es muy diferente a Headshot en este aspecto. Situamos el punto de inflexión en Last Life in the Universe, ¿cree que es así o lo siente de forma diferente?
PR: Cuando hice mis primeras tres películas estaba aprendiendo a rodar y dirigir, cómo controlar al público, cómo hacer que sintieran algo gracioso o triste, que se sorprendieran… Después de estos trabajos quería hacer algo más oscuro y con Last Life in the Universe colaboré con el director de fotografía Christopher Doyle y el actor japonés Tadanobu Asano. Era la primera vez en mi vida que trabajaba así: el dinero venía de todas partes, teníamos productores japoneses, holandeses y creo que de España o de Portugal, no lo recuerdo. Fue la primera vez para mí que tenía que lidiar con un montón de cosas y realmente era un novato, no conocía a Doyle, no conocía a Asano… Entonces me dije: «haré una película donde no controle nada, empezaré a trabajar con esa sensación y haré la película». Pensaba que iba a ser mi última película, estaba seguro de que iba a ser malísima, lo sabía, y me decía: «bueno, tampoco es mi sueño ser un director de cine, si he hecho 4 películas pues ya son bastantes para alguien que no ha estudiado nada relacionado con el cine». Y al final todo esto me condujo en otra dirección, fue un cambio para mí, y creo que Last Life in the Universe, con respecto a las ventas y el negocio, ha sido la mejor película que hemos hecho.
CA: Precisamente sobre Christopher Doyle, en Last Life in the Univere y en Invisible Waves trabajó con él pero a partir de Ploy ha trabajado con un director de fotografía con el que sigue trabajando desde entonces, Chankit Chamnivikaipong. ¿Cuán de importante es la fotografía en sus películas y cómo planifican juntos este tema?
PR: Chankit ya había trabajado conmigo antes de que trabajara con Doyle, mi primera película ya la hice con él. En Last Life in the Universe e Invisible Waves Chris apareció en mi vida y aprendí muchísimo de él. Pero después de Invisible Waves quería volver a una película más pequeña, pasándomelo bien como entonces, con mi familia cerca… otra cosa. Pero sí, en mis películas se puede ver que le doy mucha importancia al tratamiento fotográfico, siempre intentamos encontrar un estilo visual que emerja de la historia, de las localizaciones, de las personas… intentas buscar un estilo que salga de la propia película. Creo que Chris Doyle me enseñó eso: normalmente se toma el guión y con el guión se decide rodar con un estilo, pero Chris nunca trabaja así, intenta ir a las localizaciones, iba a sesiones de vestuario y tomaba fotografías, paseaba mucho por los diferentes espacios… Al final el estilo visual surge de todo eso y a mí esto me abrió muchísimo los ojos. Yo por mi parte, pasé esta visión a mi director de fotografía tailandés y él empezó a verlo de igual forma. Creo que Chankit ha evolucionado muchísimo, yo ya ni miro cuando él está grabando, simplemente escucho los diálogos y ya está.
CA: Sabemos que sus películas no son muy exitosas en Tailandia, que no tienen una gran afluencia de público cuando se estrenan, pero siempre ha tenido una carrera bastante fluida, ha ido haciendo películas con regularidad. ¿Cree que es porque ha sido visto siempre como una de las cabezas visibles del cine independiente en Tailandia y esto sigue manteniéndolo dentro de la industria a pesar de no tener ningún gran éxito comercial?
PR: Creo que hay varias razones. Desde luego, la comunidad cinematográfica en Tailandia me tiene que respectar, no les queda otra, ya que como bien dices fui uno de los pocos directores que empezó a hacer películas de la forma en que yo quería hacerlas y no tenía que depender del éxito de taquilla. Me seleccionan para Cannes, he ido tres veces ya, siempre estamos en Venecia, en Berlín… Así que no pueden evitar respetarme, aunque no les gusten mis películas o no las entiendan. Pero dicho esto, también diré que esas personas que me respetan no me pueden dar el dinero que necesito para hacer mis películas, así que el respeto no siempre se traduce en inversión. Sobre seguir rodando películas… no creo que tenga que dejar de hacer cine por el hecho de no recaudar mucho dinero en taquilla, no me importa demasiado… Bueno, sí me importa el recaudar o no dinero, pero si no lo consigo, no puedo hacer nada, no me voy a castigar diciendo que no debería seguir porque no recaudo, no voy a hacer eso.
Otra razón es que a la gente en Europa le gustan mis películas. No es mucho, pero siempre tengo inversores de Francia, de Portugal, de Holanda… y eso ayuda bastante. También tengo un inversor en Tailandia que me lleva apoyando desde que hice mi primera película hasta ahora. Y ellos no consiguen dinero con esto, pero están muy orgullosos de las películas. Así que creo que tengo mucha suerte… y tampoco me gasto mucho dinero a la hora de hacer las películas, las personas que trabajan en mis películas cobran poco, les compro cervezas y ya está (risas). Es gracioso porque la protagonista de SixtyNine era súper-famosa en Tailandia, era una de las grandes estrellas en el momento del film. La conocí en Londres y le pedí que trabajara en la película, le envié le guión y aceptó… y le pagamos poquísimo, para ella es calderilla, pero era algo simbólico, le teníamos que pagar algo. Cuando terminamos la película nunca vino a recoger el cheque, se le olvidó, era tan poco para ella que se le olvidó, y mi contable decía: “¿Cómo puede ser que no venga a cobrar?”. Mi productor la llamó y le comentó que se le había olvidado completamente. Eso es lo que le pagamos a la gente, imagínate (risas). Pero todos los actores y actrices en Tailandia quieren estar en mis películas.
CA: Seguro que se lo han preguntado muchísimas veces pero los seguidores de su cine necesitamos saberlo. ¿Cómo se rodó el plano secuencia de 8 minutos que inicia la película Nymph?
PR: Fue muy difícil, usamos una combinación de steady y dos grúas, una más pequeña y una muy alta. El plano secuencia es como un fantasma, la steady va andando y va grabando, y en un momento dado se monta sobre la grúa pequeña y ésta empieza a moverse con él cámara de la steady encima. Después baja de ella, alguien le suelta el cinturón de la steady y sigue andando… Ahí es cuando ve la violación y sigue moviéndose. Teníamos una grúa altísima, la semi-enterramos para ocultarla y así si enfocabas hacia ese lugar no se veía la grúa. Entonces él de la steady viene andando y cuando llega el punto donde no puede ver el suelo sube a esa grúa que es mucho más alta. Alguien le vuelve a atar el cinturón y la grúa sube más alto que este edificio (señalando el Hotel Meliá). Esto nos llevó 3 días: para colocar todo en su sito y prepararlo tardamos un día, básicamente fue un día en montar y otro en desmontar todo. Estábamos en un bosque, no se podía conducir hasta allí, tuvimos que llevar todo con nosotros y la grúa iba desmontada, todo esto nos llevó un día. El segundo día por la mañana hicimos algún ensayo para encontrar los planos y por la tarde empezamos a rodar. Hicimos tres tomas y no salieron bien. Realmente es muy difícil, igual la cámara después de 5 minutos grabando, va y se choca con algo… Porque claro, estábamos en un bosque, el suelo no era uniforme, se podía tropezar con algo y debías volver a empezar desde el principio. Fue doloroso, yo ni miraba mientras grabábamos, me iba a dar una vuelta y rezaba a los árboles para que todo saliera bien. Aunque mirara cómo lo estaban haciendo, yo no les podía ayudar.
CA: Y ya la última pregunta. Nos gustaría saber cuál es su próximo proyecto.
PR: Nada. No tengo ningún proyecto. Cuando no tengo ninguna idea… no tengo ninguna idea… Bueno, tengo algunas ideas para hacer películas, pero son malas…
CA: Aún así, nosotros estaremos esperando su próxima película…
PR: Yo también (risas). Realmente quisiera ponerme a hacer una película y rodar mañana mismo, pero las buenas ideas son difíciles de encontrar y ahora mismo yo no tengo ninguna.
Hasta la próxima Sr. Ratanaruang, un placer haber charlado con usted.
Por Gloria Fernández (CineAsia) y Jorge Endrino (Asiateca).