País: Corea
Director: Hong Sang-soo
Duración: 115 minutos
Género: Drama
Protagonistas: Moon So-ri, Kim Sang-kyeong,
Yoo Joon-sang
Hahaha (onomatopeya de la risa, pero también referencia al verano) lleva un buen envoltorio: premio Un Certain Regard en el pasado Festival de Cannes, y presencia de Moon So-ri (gran actriz y estrella) y Kim Sang-kyeong (menos conocido, pero trabajando por tercera vez con el director). Con todo, introducirse en el trabajo de Hong Sang-soo, un cineasta casi desconocido en España (aunque recientemente Intermedio ha editado un pack de dvds con cinco de sus películas), requiere algunas prevenciones. Su obra, como la de tantos otros cineastas-autores, es algo así como unas variaciones musicales. Hahaha es uno de sus últimos movimientos (el décimo, para ser precisos), caracterizado, como el resto hasta el momento, por treintañeros a la deriva y una estructura narrativa en consonancia; patéticas relaciones personales (especialmente amorosas) llenas de momentos vergonzantes; juegos formales; imágenes poco sofisticadas, y espontaneidad. También el humor (satírico) está presente; no lo estaba en sus primeros títulos, pero desde Woman on the Beach (2006) (séptimo movimiento) ha adquirido un papel preponderante, y sirve para incorporar una distancia en la mirada que corrige algunas contradicciones del cine anterior de Hong, como un naturalismo algo forzado en ocasiones o ciertos comportamientos inverosímiles (en clave dramática) de los personajes.
Con todo esto, en Hahaha se nos cuenta la historia de dos amigos que se encuentran para charlar. Al darse cuenta de que ambos han visitado la misma ciudad de provincias recientemente, deciden contarse sus experiencias allí, aunque con una condición: sólo rememorarán las situaciones agradables o divertidas. Entre recuerdos de ligues, borracheras, visitas familiares y turismo, poco a poco se hace evidente (para el espectador, pero no para los protagonistas) que uno y otro frecuentaron los mismos lugares y personas a la vez, no llegando a encontrarse por puro azar, aunque sí condicionando sin saberlo las vivencias mutuas.
La ligereza de las experiencias de los personajes se traslada al film, acercándolo a la audiencia. El estilo de Hong puede resultar sofocante y digresivo a veces, pero aquí el mencionado sentido del humor previene lo primero, mientras que su peculiar recurso narrativo (todo lo que vemos es una selección de recuerdos de dos personas durante una conversación informal) sirve para compactar el habitual anecdotario de experiencias, y facilita seguir el hilo.
Si se ve con prisas, un film de Hong puede parecer poca cosa, debido a que acostumbra a sacrificar la técnica por la naturalidad de los actores, a quienes filma en planos-escena que va reencuadrando, de manera algo improvisada, a base de zooms. Pero es que la complejidad conceptual y formal de sus trabajos se expresa sin necesidad de recurrir al manierismo (que exhiben otros (buenos) cineastas coreanos). Su método de trabajo, esencial en su sencillez, le basta, porque le permite extraer una cierta verdad de sus intérpretes y de las escenas que componen, y dibujar así un sincero (y crítico) retrato generacional.
Lo mejor: La ironía con la que Hong Sang-soo observa a sus patéticas criaturas.
Lo peor: Que su elaboración no es obvia, y puede pasar desapercibida.