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JFF Plus – Japanese Film Festival+ 2021. Diez días de cine japonés

11/03/2021

El JFF+ nos ha permitido reencontrarnos con viejos conocidos que en el pasado nos hicieron vibrar en las butacas, y por diferentes motivos. Uno de ellos Hideo Nakata, que en Stolen Identity (2019) nos ha presentado a un peculiar stalker que le gusta lucir largas pelucas de intenso negro azabache para acosar a jóvenes de melena morena a través de sus aparatos móviles. Fin de la historia. Parece una parodia, pero es el argumento muy esbozado de una de las muchas producciones que ha rodado el padre del J-horror (o uno de ellos) en los últimos 4 años, un techno-thriller en el que las nuevas tecnologías son utilizadas como armas invisibles para desestabilizar emocionalmente a individuos que están enganchados a ellas, en este caso, una pareja a la deriva (igual que su cine, pensarán algunos). Lo cierto es que Nakata aprovecha aquellas ideas que insuflaron nueva sabia al cine de terror nipón de principios del nuevo milenio para tejer un filme de intriga que va cojeando durante buena parte de su metraje, pero que consigue mantenernos con cierta tensión, o que por lo menos permanezcamos atentos, hasta su risible clímax final.  

No sabemos en qué momento Nakata se toma la historia en serio o quería burlarse del género que seguramente más fama y dividendos le ha dado como director. Sea como fuere, no resulta temerario pensar que a estas alturas de la película ya no le importa lo que puedan pensar de sus producciones: quiere rodar y probar con otro tipo de géneros, y si en los últimos tres años le han encargado 7 producciones y una mini serie para televisión, será porque confían en él, por su capacidad resolutiva y eficaz de entregar a tiempo productos que, no pasarán a la historia del séptimo arte, pero cumplen los requisitos de los productores (la prueba es que la secuela también se la han confiado a él). Tal vez no la de sus espectadores más asiduos, pero hemos de plantearnos que no dejan de ser trabajos por encargo para subsistir con la profesión que lo ha visto crecer (el material original parte de una novela ligera de Akira Shiga).  

Veteranos entre las propuestas del JFF+ 

Otro veterano que en su momento describía muy bien a toda una generación de jóvenes que encaraban el nuevo milenio con optimismo es Shinobu Yaguchi, que en Dance with Me (2019) hace vibrar al espectador con una comedia musical sui generis, en la que también parece parodiar este género y a producciones como La La Land (2016), con un relato atemporal de una joven enamoradiza que, bajo el influjo de la hipnosis de un viejo charlatán (ojo, encarnado por Akira Takarada, el protagonista del Godzilla original de 1954), cada vez que suena o escucha una melodía por la calle, se pone a bailar y se lleva por delante con sus pasos melódicos a todos los que la rodean. Espléndida. Yaguchi mantiene la esencia de sus primeras producciones, en las que la comedia absurda remarcaba la fuerza de sus personajes; algunos rememorarán Swing Girls (2004).  

Otro realizador con mucho bagaje a sus espaldas y que también aprovecha la danza y la música para hilar una historia de emociones contenidas es Masayuki Suo, del que hemos podido recuperar Lady Maiko (2014), donde asistimos al proceso transformador de una aspirante a maiko (aprendiz de geisha). Muy sobria, solemne, con una inmensa Mone Kamishiraishi (actriz, cantante y radiofonista que fue alabada por su precisa mimetización de las geishas auténticas), es una de aquellas películas que, con otra coyuntura, podría perfectamente haber sido estrenada en nuestras salas. Una suerte el haber podido descubrirla durante los días del JFF+ 

Afortunados también los que confiaran en visionar Cafe Funiculi Funicula (Ayuko Tsukahara, 2018), un drama fantasioso ubicado en una peculiar cafetería en la que sirven cafés que actúan de pócimas para regresar al pasado por un tiempo limitado, un viaje emocional para poder cerrar heridas o despedirse de nuestros allegados. Rodada en muy pocas localizaciones, resulta la más emotiva de todas las que hemos podido ver, con toques de romanticismo incluidos. Igual de romántica, pero en una línea más distendida, pudimos ver en exclusiva casi mundial Little Nights, Little Love (Rikiya Imaizumi, 2019): una historia de realismo mágico protagonizada por un encuestador soltero, desesperado por encontrar pareja, y que hace de la casualidad una válvula de esperanza para el amor.  La producción está complementada por otros relatos que se entretejen y que giran alrededor de varios amigos de este muchacho, transcurriendo durante el lapso de una década. Lo más destacable es que tiene el espíritu de esos directores forjados en la Nueva Ola de mediados de los 90 y se aprecian ecos de AoyamaIwaiToyoda… Un regalo para la nostalgia.  

Una de cal y otra de arena. La que nos ha decepcionado a medias (porque con esta película hemos tenido nuestros más y nuestros menos en el equipo de CineAsia) es una de las películas extraviadas de Shuichi Okita: Ecotherapy Getaway Holiday (2014), cuya premisa de un grupo de siete mujeres jubiladas que coinciden en un viaje organizado para contemplar el efecto de la caída de las hojas de otoño (momijigari) y que se pierden por el bosque ya intuíamos que podría resultar algo tediosa y previsible. Okita, que provenía del jishu eiga, poco a poco había logrado convencer a productoras clásicas para financiar sus proyectos y nos había servido grandes dramas juveniles, intensos y que arrojaban verdades del Japón moderno como A Story of Yonosuke (2013). Esta última, por cierto, también se ha incluido en este Festival impulsado por la Japan Foundation y que se ha erigido como un matsuri cinematográfico, en el que durante diez jornadas hemos tenido acceso a propuestas muy alejadas de la comercialidad imperante hoy en día en el cine japonés, como las protagonizadas por la increíble animación stop motion de Takeshi Yashiro, cuyas sensibles obras de orfebrería (la lacrimosamente bella Gon the Little Fox o la divertida Norman the Snowman) han complementado el grueso de la programación principal.  

Y es que merece mención especial la excelente programación de cortometrajes, incluida la selección del estudio Production IG que nos dejaba joyas en formato reducido como el Kick-Heart de Masaaki Yuasa, una historia de romance en un ring en la que el amor y el dolor (físico) van de la mano, pero también otros como Lil’ Spider Girl, uniendo comedia y fantástico con un final memorable, o la preciosa adaptación del manga La pequeña forastera de Nagabe en The Girl from the Other Side.  

Y hablando de adaptaciones, cerramos con el título que abría este JFF Plus, un gran homenaje a un título icónico de la animación japonesa como Mazinger Z. Project Dreams – How to Build Mazinger Z’s Hangar (Tsutomu Hanabusa, 2020) nos llena de nostalgia con su historia de una compañía que comienza un proyecto para estudiar si sería posible construir en el mundo real el hangar del que emergía Mazinger en su mítica serie de televisión. A través de un estudio concienzudo de las imágenes, el proyecto ganará peso poco a poco involucrando a los miembros del equipo encargado de una forma personal, cambiando su objetivo del esquema a la realidad, decidiéndose a construirlo. Este film de tono ligero es capaz de emocionarnos, implicándonos en el plan tanto como a los propios protagonistas, mientras nos explican al detalle las complicaciones de trasladar la ciencia ficción a la ciencia del mundo real.   

Por Eduard Terrades Vicens y Víctor Muñoz 

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