Año: 2013 País: China. Director: Stephen Chow. Duración: 110 m. Género: Fantasía, Comedia. Protagonistas: Wen Zhang, Shu Qui, Huang Bo, Show Lo, Chrissie Chau, Xing Yu.
Sinopsis: Una niña juega en los márgenes de un río mientras su padre le advierte de su peligrosidad, pues puede ser atacada por un demonio maligno. Para gastarle una broma, éste se zambulle en el agua para asustarla, con tan mala suerte que es asesinado por un demonio pez real. Los habitantes del pueblo, aterrorizados por lo que se les viene encima, requieren los servicios de un taoísta para vengar su muerte. Cuando parece que el exorcismo ha dado resultado, los crímenes se reproducen de manera cada vez más cruel, por lo que a los aldeanos no les queda más remedio que contratar a una serie de variopintos cazadores de demonios que intentarán dar buena cuenta del Mal que les acecha.
Crítica: Pues aunque parezca mentira hacía ya más de un lustro que no teníamos noticia del bueno de Stephen Chow, aquel actor metido a director y productor que tan buenos ratos nos hizo pasar con comedias tan alocadas y recomendables como lo fueron Shaolin Soccer (Siu Lam juk kau, 2001) o Kung Fu Sion (Kung fu, 2004). Si exceptuamos su obligada aparición en pantalla por decreto ley en la infumable The Founding of a Republic (Jian guo da ye, 2009) y que puso la voz a uno de los personajes de la versión animada de su relativo fracaso en taquilla CJ7, titulado CJ7, Love the Earth (Cheung Gong 7 hou: Oi dei kau, 2010) lo cierto es que parecía que a Chow se le había tragado la Tierra. Pues no era así, y buena muestra de ello es esta Journey to the West: Conquering the Demons (Xi you Xiang Mo Pian, 2013) que ahora nos ocupa.
Durante las cerca de dos horas de metraje del film asistimos a un auténtico vendaval de escenas de acción salpicadas con alguna secuencia humorística tan del gusto del público chino. Es curioso que en el film se nota un inusual cuidado por convertir cualquier momento romántico en un rápido giro cómico que desvirtúe la trascendencia del mismo. El director sacrifica el elemento sensiblero en pos de la acción pura y dura. La platea parece reclamar cuanto más efectos especiales mejor y en su defecto menos momentos de intimidad compartida, y así, a cada insinuación o canto de sirena de la protagonista para encandilar el corazón del héroe, ésta es respondida con rotundidad con desprecio e incluso atisbos de violencia. En cuanto a los momentos más adrenalíticos del film se refiere, hay que destacar sobremanera los primeros veinte minutos que abren el film, todo un ejercicio de desparrame mediante acrobacias increíbles que parecen no tener fin, aderezado con un humor de brocha gorda que alcanza cotas surrealistas en la lucha sin cuartel entre humanos y demonios. Aquí no desvelaremos los momentos más desternillantes, porque hay que vivirlos “in situ”, pero sí adelantaremos la importancia de elementos “a priori” tan intrascendentes como un puente o una palanca como detonante de situaciones tronchantes e irrepetibles. Stephen Chow demuestra una vez más el dominio absoluto que tiene a la hora de coreografiar escenas colectivas, como ya pudimos disfrutar en trabajos anteriores. Seguramente éste sea uno de los aciertos más importantes de la propuesta, pues con mínimos trazos consigue presentarnos una pléyade de individuos tan variopintos como apasionantes (todos los cazadores de demonios que van apareciendo a lo largo del film lo son, destacando el joven asmático lanzador de cuchillos o ese grupo comandado por la guapísima Shu Qi, una belleza natural que luce aún más al amparo de la luz de la luna llena) que parece recién sacada de cualquier feria de pueblo.
En cuanto al elenco actoral se refiere, a parte de la ya citada Shu Qi, quien da vida a una cazadora cuyas armas más mortíferas son una especie de “surikens” en forma de pulseras, encontramos nombres conocidos de la cinematografía oriental en general y china en particular como Zhang Wen, visto recientemente en The Guillotines (2012) y The Sorcerer and the White Snake (Bai she chuan shuo, 2011), quien da vida al héroe de la función, aquél que conseguirá gracias a alcanzar la sabiduría budista vencer a cualquier diablo que ose ponerse en su camino. De estos endemoniados quien se lleva el gato al agua sin duda es el Rey Mono (ataviado en esta ocasión como si estuviera recién salido de la Ópera China), todo un clásico de la imaginería popular china llevado ya en mil y una ocasiones al cine (la penúltima, El reino prohibido, con Jackie Chan y Jet Li de protagonistas, se llegó a estrenar en España en 2008) y que aquí está caracterizado de manera harto efectiva por Huang Bo, quien ha conocido un éxito sin precedentes hace muy poco con Lost in Thailand (Tai Jiong, 2012) la producción nacional más taquillera de toda la historia del cine chino. Otros intérpretes que aparecen en roles más secundarios son Show Lo, la emergente Tina Tang (quien nos regala los momentos más sensuales del film) y Xing Yu.
En definitiva, un cóctel irresistible de acción y fantasía que nos garantiza pasar un muy buen rato. Aunque los CGI utilizados todavía están a años luz de los empleados en el cine occidental, siempre nos queda ese regusto a cine clásico legendario que nos retrotrae a títulos de directores como Tsui Hark, con Zu, los guerreros de la montaña mágica (Xin shu shan jian ke, 1983) a la cabeza.
Lo mejor: Su desenfado en la puesta en escena y su ritmo vertiginoso.
Lo peor: Ese humor chino tan peculiar que a los occidentales nos cuesta tanto de digerir.
Por nuestro colaborador Francisco Nieto