Llevo bastante extraño desde el sábado. Además de lo particular (cada uno tiene sus miles de historias en las que pensar), el leer una información en el diario El Pais digital, un diario al que durante mucho tiempo me he sentido íntimamente ligado en la línea editorial, me provocó una hondanada de tristeza.
La información, firmada por Pere Ríos, lo dejaba totalmente claro en el titular y, por si acaso, lo remataba en el antetítulo:
«El fiscal denuncia al director del Festival de Sitges«: Titular.
«Ángel Sala está acusado de exhibir pornografía infantil en ‘A serbian film’«. Antetítulo.
Muchas fueron las cosas que me pasaron por la cabeza. Y desde luego ninguna de ellas transcribibles en palabras. Por definirlo de alguna manera, imagino que padecía todos los síntomas que debió sufrir/vivir Franz Kafka, mientras escribía «El Proceso». Pero pasaron las horas, los primeros momentos en los que te avergüenzas de pertenecer a una sociedad hipócrita en sus planteamientos, dieron paso a otros, y la primera reacción de desconsuelo, se tornó en otra cosa… todo gracias a un artista, a un hombre que a sus ochenta y dos años se define como psicomago.
¿Me estaría volviendo loco…?
Alejandro Jodorowsky, acaba de pasar esta semana por Caixaforum Barcelona (dentro de la programación de cine y proyecciones: «El Laberinto de los Sueños») y el domingo el diario «El Periódico» publica una entrevista en su interior.
Me encantaría hacerles llegar tanto a la Fiscalía de Barcelona, a los miembros de la Concapa (Confederación Católica de Padres de Familia y Padres de Alumnos), y a la Fiscalía General del Estado, instituciones a las que respeto, a pesar de que no siempre esté de acuerdo con ellas, las palabras que Jodorowsky pronunció el otro día durante su estancia en Barcelona: “Lo saludable es ser lo que uno es, no lo que los otros quieran que seas. Ser uno mismo es la felicidad. Pero esa felicidad no se puede lograr si el mundo no es lo que debería ser. Por lo tanto, hay que cambiar el mundo. Hay que intentar ser uno mismo con acciones que cambien el entorno.»
Me llamo Enrique. Tengo 46 años. Soy católico. Estudié durante 10 años en La Salle Bonanova. Amo al cine. Y también amo la vida. Descubrí el Festival de Sitges cuando empezé a estudiar Medicina. Sólo dejé de ir a Sitges el año que murió mi madre, en 1999. Hoy en día trabajo, con lo difícil que es. En Cultura. Ni he recibido, ni creo que reciba ninguna subvención. No soy extraterrestre. Como mi curriculum es el del 90% de la gente que vamos a Sitges cada mes de Octubre. Salvo quizás en lo concerniente al empleo, desgraciadamente en nuestro país cada vez hay más gente en el paro. Gente que compartimos durante 10 días nuestra ilusión por el cine. Gente que pudimos disfrutar del homenaje que en el 2006, el equipo liderado por Ángel Sala le realizó a Alejandro Jodorowsky. No somos delincuentes, ni tenemos electroencefalograma plano. Nos preocupan los casos de malos tratos. Aplaudimos en el cine porque nos emocionamos. No somos ni mejores ni peores que otros. Somos felices como somos.
Por eso queremos que nuestro entorno cambie. Por eso queremos que la justicia dedique su tiempo y nuestro dinero a hacer justicia. Por eso nos gustaría deciros que el cine es cine. Que el problema no está en una sala cuando se apagan las luces. El problema empieza en nuestras casas. En la mía y en las vuestras. En lo que ven nuestros hijos (las veces que nos ven, porque hay veces en las que no pueden vernos, y es que nunca tenemos tiempo para…). ¿Por qué no nos preocuparemos de eso?
Sólo quiero deciros una cosa más. CineAsia no está hoy triste. CineAsia está feliz. Está feliz de compartir con gente como Ángel Sala y todo el equipo que forma el Sitges-Festival Internacional de Cinema de Catalunya algo que se llama cine.
Gracias Jodorowsky por recordármelo.