Rithy Panh: «La Imagen Perdida es una película mucho más personal que anteriores películas mías y, al mismo tiempo, me plantea preguntas y me pone en peligro. Incluso en su forma es peligrosa.»
Y es cierto lo que expresa Rithy Panh cuando dice que La Imagen Perdida lo pone en peligro. ¿Por qué? Porque quizá sea la película más personal de toda la carrera del director camboyano, porque se expone y, exponerse, siempre es un riesgo. Por primera vez, Panh nos cuenta en primera persona su historia… y eso siempre tiene el peligro de hacerte vulnerable. Pero, por el contrario, también te acerca al espectador y te hace «humano»… Siempre he pensado que los documentales de Rithy Panh (como el gran director de documentales que es, aunque también tiene algún trabajo en el terreno de la ficción) eran excelentes obras de precisión sobre todo aquello que tenía que ver con el genocidio perpetrado por los Jemeres Rojos en Camboya entre 1975 y 1979. Una precisión milimétrica, incisiva y calculada, siempre con una cámara testigo de lo que ocurre delante, un guión que hacía recrear a los protagonistas el horror vivido durante el régimen de Pol Pot y la distancia suficiente como para contar sin salir herido, para describir de forma objetiva…
Evidentemente, lo que las imágenes de Rithy Panh nos cuentan, describen y muestran, tanto en S-21: La máquina roja de matar (2003) como en Duch, Master of the Forges of Hell (2011), tiene tanta fuerza y es tan potente (enfrentando a víctimas y verdugos en un diálogo casi imposible; confrontando un «cara a cara» con Dutch, jefe del centro-prisión S-21 que se llevó por delante a más de 12.000 camboyanos), que de alguna manera el espectador queda atrapado por el impacto de lo que se cuenta, por los testimonios que se dan cita, por las imágenes de archivo que hábilmente rescata el realizador y por el ‘sin-sentido’ del horror… Pero siempre desde la mirada-testigo casi impertérrita de la cámara de Panh, siempre desde esa posición de «despersonalización» y de contar y recordar unos hechos que jamás debieron de suceder, casi como un ‘historiador’ en busca de datos, estadísticas, nombres, cifras, etc. Y es en esto último precisamente donde La Imagen Perdida marca la diferencia. Quizá porque el ejercicio de personalización que ha tenido que hacer el director, es decir, el adoptar la primera persona y alzarse él mismo como una de las víctimas de los Jemeres Rojos, ya lo había realizado previamente en su libro «La Eliminación«, escrito por él mismo y Christophe Bataille, donde a través de la narración biográfica y el ensayo, el cineasta revive su traumática experiencia y la de toda su familia cuando los Jemeres entraron en Phnom Penh, la capital de Camboya, e inician un meticuloso plan de evacuación y aniquilación de aquellos a los que consideraban enemigos del pueblo. Según palabras del propio Panh: «Perdí a toda mi familia en pocas semanas. Todos ellos barridos por la crueldad y la locura de los Jemeres Rojos… Vi cosas que es imposible olvidar»… Rithy Panh tenía 11 años de edad…
Panh añade humanidad e intimidad (aunque aún muy tímidamente) a la narración de La Imagen Perdida, y como aún se siente demasiado vulnerable, utilizará de nuevo las imágenes de archivo, pero esta vez creará un espacio íntimo de diálogo entre él mismo y el espectador a través de la recreación de espacios, personajes y situaciones con las figuras de arcilla (que también veremos crear por un maestro artesano) que el realizador va moviendo y cambiando según su conveniencia en cada momento. No están animadas, no es una película de animación 3D, porque como dice Rithy Panh, «el D es genial… pero no tiene alma. No son como mis pequeños personajes en 3D, hechos de arcilla, que sí tienen un alma, y que aunque no se muevan concentran todas las emociones.» Y es aquí donde se establece la conexión sistemática e irremediable entre la imagen (¿quizá la imagen perdida que tanto ansía encontrar el director?) y el espectador, porque en esas pequeñas piezas de barro identificamos a personas en movimiento que existieron, produciéndonos tanto horror como compasión. Y, claro está, es de esta manera que por primera vez vemos a Panh hacer un ejercicio de exorcismo de sus propios demonios internos.
La Imagen Perdida, ganadora del premio «Un Certain Regard» en el pasado Festival de Cine de Cannes, se estrena ahora en los cines españoles, y nos atreveríamos a decir que el documental es de mirada obligada, ya no sólo por lo que cuenta y cómo lo cuenta, sino simplemente para descubrir el talento y la capacidad innata del mayor documentalista camboyano de la historia del cine: Rithy Panh.
Ficha Técnica: País: Camboya-Francia. Año: 2013. Dir: Rithy Panh. Guión: Christophe Bataille y Rithy Panh. Narrador: Randal Douc. Género: documental. Dur: 92 min.
Por Gloria Fernández