Con motivo del estreno, el 3 de marzo, de la película de animación japonesa Canta con una chispa de armonía/Sing a Bit of Harmony hemos invitado a uno de los mayores expertos en anime de nuestro país a que comparta con nosotros, tanto su opinión sobre la película (crítica que publicaremos próximamente), como un recorrido de su mano sobre el mundo de la inteligencia artificial en el anime: ¡Muchas gracias sensei David Heredia!
La aparición y el auge de la IA en el anime
La animación japonesa ha sido casa de muchos géneros, pero siempre ha tenido una afinidad especial con la ciencia ficción. Los años 70 y 80 fueron especialmente prolíficos en este sentido, ofreciéndonos numerosos títulos dedicados al espacio, los robots y la tecnología. Con el auge de los ordenadores personales y otros dispositivos domésticos, no tardaron en aparecer otras historias centradas en las posibilidades que traería el futuro: mundos altamente desarrollados con mecanismos imposibles que intentaban imaginar cómo sería lo que estaba por llegar. Este tema se ha vuelto muy recurrente desde entonces, pero desde que se estrenara la película Ghost in the Shell de Mamoru Oshii, hay un aspecto concreto que nos ha fascinado y perturbado a partes iguales, y es la aparición de las inteligencias artificiales.
Aunque el dibujante Masamune Shirow ya ponía sobre la mesa esta cuestión en su versión original del mítico ciberpunk, es Oshii quien profundiza de manera más notoria en sus claves principales. ¿Puede una inteligencia artificial tomar consciencia propia y declararse humana? ¿Dónde empieza la persona y termina la máquina? ¿Podemos definir los límites de la digitalización de la mente? El filme explora estas incógnitas de manera muy sugerente, pero es en su secuela, Innocence, donde el director pone el dedo en la llaga y se recrea haciéndonos pensar sobre la ética que debería haber detrás de este inevitable avance de las máquinas. Fue precisamente esta fascinante visión de la frontera virtual, junto al atractivo de los nuevos hitos informáticos, lo que propició la aparición de posteriores obras dedicadas a estos mundos de unos y ceros en los que quizá no seamos los únicos con capacidad de razonar.
No, no estamos hablando de Digimon y su Mundo Digital. Si bien es cierto que Agumon y otras criaturas de la factoría Bandai son, en efecto, producto de un entorno informatizado y se podrían considerar dentro de esta categoría, no se trata de la clase de entes autoconscientes de los que estamos hablando. Aunque, por otro lado, cabe decir que incluso esta serie ha llegado a explorar la premisa a la que nos referimos en la forma de seres como Diaboromon, un virus con inteligencia que, con su siniestro poder, provoca el caos en el mundo real. El mismísimo Mamoru Hosoda (Belle) fue el director de esta entrega cinematográfica en la que aparecía y, apasionado como es de las nuevas tecnologías, no es de extrañar que le apeteciera revisar este concepto para su estupenda película Summer Wars, donde la inteligencia artificial conocida como Love Machine se desboca hasta el punto convertirse en una amenaza global: un peligro muy real que acostumbra a ser el principal temor con respecto a esta clase de innovaciones tecnológicas.
Entornos virtuales fantásticos y reales
La verdad es que los entornos virtuales se han convertido en un escenario bastante habitual a la hora de acoger entidades digitales sintientes, que a menudo toman consciencia de manera fortuita y observan desde un segundo plano las acciones de los visitantes humanos. La serie .hack//SIGN, uno de los primeros animes dedicados al fenómeno de los MMORPG, mucho antes del éxito de Sword Art Online, nos presenta el caso de Morganna y Aura: dos IA de enorme poder que resultan ser, respectivamente, la condena y la salvación del juego The World. De forma muy parecida, Log Horizon propone otro caso en el que los jugadores quedan atrapados dentro de un juego de rol y terminan confraternizando con los PNJ nativos, cuya IA es tan avanzada que parecen personas de verdad. De entre ellos destaca Rudy, un mago que idolatra a los jugadores y trabaja muy duro para alcanzar su sueño de ser un miembro activo en el juego y no un simple extra.
Pero las IA no tienen por qué verse siempre confinadas a estos universos de fantasía. Por el contrario, existen numerosos casos en los que toman un papel mucho más cercano (y realista, dentro de su contexto) ofreciéndose como asistentes de alto nivel que ofrecen una ayuda de lo más valiosa. Quienes hayan visto la divertidísima Assassination Classroom, en cualquiera de sus versiones, recordarán la presencia de Ritsu, una alumna virtual que se convierte en miembro indispensable de la clase 3-E a la hora de acometer su misión de asesinar a su tutor, el inefable Koro-sensei. Del mismo modo, el actor Tomokazu Sugita nos dejó con una fantástica interpretación del modelo Chamber K6821 en la serie Suisei no Gargantia. Este asistente robótico sigue las órdenes del protagonista, Ledo, cuando intenta integrarse en la tripulación de la flota Gargantia después de que un accidente lo deje tirado en la Tierra. Aunque la inteligencia de Chamber es muy avanzada, le cuesta comprender las emociones o los actos altruistas que desafían la lógica, pero esa forma de razonar irá cambiando gradualmente a medida que él y su amo se adaptan a la vida en la Gargantia.
Maldad e IA
Por supuesto, también existen inteligencias nocivas que constituyen un ejemplo de todo lo que deberíamos evitar si no queremos acabar en una distopía tecnológica (¡exacto, una AÚN peor que la que vivimos!). En el intenso thriller policial Psycho-Pass, el sistema Sybil rige el orden en el Japón del siglo xxii y emplea una red nacional de sensores para procesar el coeficiente de criminalidad potencial de todos los ciudadanos, detectando aquellos que pueden suponer una amenaza y ordenando su detención o incluso exterminio de manera preventiva. La idea de que sea un ordenador quien decida de manera imparcial el destino de la población activa es un tropo que se ha explorado de muchas formas en la ciencia ficción clásica, pero aquí cobra un punto aún más perturbador cuando descubrimos el secreto que esconde el sistema. Asimismo, Vivy: Fluorite Eye’s Song nos presenta una premisa apocalíptica en la que todos los androides del mundo pierden el control al mismo tiempo y aniquilan a la especie humana. Un siglo antes, la androide Diva recibe la visita de una IA llamada Matsumoto que asegura venir de ese futuro aciago para encomendarle la misión de cambiar los hechos que conducirán a tal desenlace. Son sus interacciones con otras IA lo que cambiará el curso de la historia, recordándonos que la verdadera convivencia entre humanos y máquinas se tiene que forjar igual que lo hemos hecho con nuestra sociedad moderna.
En un momento como el actual, en el que proliferan las primeras inteligencias de acceso libre como la popular ChatGPT, el tema está más candente que nunca. Las historias de estos animes nos invitan a mirar hacia el futuro y reflexionar sobre cómo queremos que sea esa dinámica entre las dos partes, evaluando el potencial de estos programas y los dilemas que pueden surgir de su presencia en nuestra vida cotidiana. Siguiendo esta misma línea, el próximo 3 de marzo se estrena en nuestros cines la película Canta con una chispa de armonía: una de las últimas apuestas relacionadas que, empleando a la enérgica IA Shion como motor del argumento, sorprenderá seguro con su divertidísimo y empático relato adolescente en el que la tecnología cobra un papel clave a la hora de resolver las tribulaciones de los jóvenes protagonistas. Una mirada al futuro cercano que nadie debería perderse.
Por David Heredia