Los fans del Studio Ghibli no podían empezar mejor el 2017: el 13 de enero se estrena la esperadísima La tortuga roja, primera coproducción entre la prestigiosa compañía fundada por Hayao Miyazaki y varios estudios europeos. Dirigida por el oscarizado animador neerlandés Michaël Dudok de Wit, se trata de un alegato naturalista y una vindicación de la madre naturaleza como vía redentora a la deshumanización de nuestras sociedades, con un personaje harto conocido por los amantes de la literatura y el cine de aventuras: el náufrago. Por si fuera poco, el 17 de diciembre desembarcaba en el canal Movistar Series Sanzoku no Musume Ronja, primera serie para el canal conservador NHK, que aquí se ha rebautizado con el título literal de Ronja, la Hija del Bandolero. Un buen inicio de año (animado), sin duda.
1-Historia de un sueño animado
El periplo que ha vivido la producción La torturga roja desde que solamente era una idea que rondaba por la mente de su creador, un soñador visionario que rehúye cualquier modismo y se apoya únicamente del sentimiento y la intuición para animar, hasta que se gestó y logró convertirse en realidad, bien merecería una novela aparte. Una de esas novelas en las que un viajero debe recorrer un largo camino hasta completar su objetivo o meta final; en este caso, el Santo Grial ha sido poder confeccionar un bello filme de una sensibilidad embriagadora que conecta con la madre naturaleza. Un viaje de ida y vuelta en el que Dudok de Wit, como si fuera uno de esos héroes que a menudo aparecen en las películas del Studio Ghibli, ha tenido que luchar contra viento y marea para que su idea prosperara y se convirtiera en una realidad tangible: en una bella película de animación sin diálogos, en la que los gestos, las miradas, la música… y sobre todo la paleta de colores digital, combinada con dibujos a carboncillo y acetatos artesanales para los fondos (una manera de trabajar que ya no se destila hoy en día), dan cuenta del esfuerzo de realización y el poso de dedicación de su creador.
Una odisea que nunca habría sido posible si Dudok de Wit no hubiese ganado una estatuilla dorada por Father and Daughter (Oscar como mejor corto animado en el año 2000). Isao Takahata (socio fundador y amigo de Miyazaki desde que empezaron a trabajar como animadores en la Toei Doga) quedó maravillado con este cortometraje e hizo lo imposible para conseguir el mail personal de Dudok de Wit. Antes se lo mostraría al otrora director de Porco Rosso, y a Toshio Suzuki (expresidente de Ghibli, que actualmente combina su jornada laboral entre tareas de productor ejecutivo del estudio y promotor de nuevos talentos). Este último, en su tarea de buscador de nuevos animadores, quedó ensimismado con el corto de ese desconocido realizador europeo. Después de que Suzuki diera el visto bueno venía lo más difícil: ¡Conseguir contactar con Dudok de Wit!
Casualmente, en 2006, Vincent Maraval, el productor y mandamás de Wild Bunch, visitó el Studio Ghibli y tuvo un encuentro con Miyazaki; que le instó a ver el corto de Dudok de Wit y, poco después, le pidió que fuera el enlace de Whibli con el director. Dudok de Wit que se encontraba en Londres, recibió poro después en su bandeja de entrada un mail de Suzuki adaptado por Maral en el que básicamente le preguntaba si en ese momento tenía en mente algún proyecto animado pues el Studio Ghibli estaba interesado en producirlo . Dudok de Wit le respondió que desde hacía tiempo le daba vueltas a un relato que narraba la relación de un náufrago y una tortuga, y contaba con algún que otro esbozo previo. Faltaba lo más importante que era el dinero: Ghibli podía asumir una parte de la producción, pero faltaba el impulso económico definitivo para poder terminar sin demoras económicas la película y asegurar su estreno. Después de varios encuentros, se acuerda que la película sea coproducida por Wild Bunch y Studio Ghibli, en asociación con Why Not Productions, y que sea desarrollada mayoritariamente en el viejo continente, con distintos equipos de animación trabajando de forma paralela, además de coordinarse con los animadores afincados en Japón. La idea era trabajar de forma coordinada y que cada equipo se hiciera cargo de una parte del filme. Esto ocurría entre los años 2006 y 2008.
Finalmente, las labores de producción se activaron y se empezó a pulir el guion y a realizar los necesarios y laboriosos storyboard y diseños previos que cualquier filme animado necesita (basta ver los trabajos recopilados en auténticas ediciones de lujo de las películas del Studio Ghibli para comprobarlo). Por ello, Dudok de Wit primero viajó a las Seychelles para poder documentarse in situ y con su tableta digital recrear los paisajes tropicales que aparecen en el filme, para luego instalarse en una residencia japonesa cerca del Studio para abordar con calma los storyboard, bajo la supervisión del propio Takahata.
Mientras Pascale Ferran (amigo del realizador) se encargó de desarrollar de manera extensiva el argumento definitivo. Un argumento aparentemente sencillo y muy esquemático, sin diálogos, que sirve perfectamente para desarrollar los objetivos didácticos que rondaban por la cabeza de su creador sin caer en el aleccionamiento: un hombre joven despierta en una isla desierta después de que su barco se haya hundido; él parece ser el único superviviente, y ante tal desdicha no pretende quedarse varado hasta el fin de sus días en ese olvidado rincón del mundo. Aislado de la sociedad, decide ponerse manos a la obra para escapar de ella construyendo un bote de madera. Cuál será su sorpresa al comprobar que, cada vez que intenta escapar de la isla, una gigantesca tortuga roja impide que huya del lugar. Poco a poco, hombre y animal empezaran a comunicarse y a forjar una peculiar relación (he aquí porque los diálogos no sean necesarios y optaron por hacerla muda, apoyándose de la agradable música del compositor Laurent Perez del Mar y de efectos de sonido que articulan la comunicación entre el quelonio y el humano). El galápago le hará entender que su nueva vida en esa isla es un regalo, una oportunidad de volver a empezar, además de que la presencia del hombre le será de ayuda para la estabilidad del ecosistema de la zona.
A mediados de 2013, todos los años de documentación vieron sus frutos: la película se empezó a animar en los estudios Prima Linea de Angoulême; paralelamente Ghibli inicia su parte animada. En 2014, Michaël Dudok de Wit presentaba el filme (aún inacabado) con estas palabras: “Me gustaría que, con esta película, se combinasen tres elementos. En primer lugar, una historia impactante. En segundo lugar, deseo que este relato se inscriba y sea parte de un universo visual impregnado de belleza; de la belleza natural del paisaje, del juego de las sombras y la luz del sol y de la luna, de la elegancia y la sutileza del movimiento… Finalmente, también me gustaría que la película reflejase un profundo respeto por la naturaleza, incluida la naturaleza humana, y que transmitiera una sensación de paz y maravilla ante la inmensidad de la vida”.
Parece que todos estos elementos han sido conyugados de manera equitativa en el filme, que fue valorado muy positivamente en el Festival de Cannes 2016, donde fue incluido en la sección Un Certain Regard y ganó el Premio Especial. Hasta la fecha, la película ha recaudado unos 3 millones de dólares si sumamos las recaudaciones de Francia, Holanda, Grecia, Rumania y Chequia, y por descontado las de Japón (donde se estrenaba el pasado 17 de septiembre). Está por ver si el grueso importante de taquilla lo hace en los Estados Unidos (se estrena el 20 de enero). Nosotros, por gentileza de Karma Films, podremos disfrutarla una semana antes que los norteamericanos y apreciar el arte de un animador neerlandés que pocos conocían.
Un reportaje de Eduard T.Vicens