Llegamos al ecuador del Festival y por fin podemos comentar algunas películas de directores asiáticos. Antes de ponernos manos a la obra, comentar un par de aspectos sobre la organización del D’Autor 2012: este año ha mejorado mucho el funcionamiento de la recogida de entradas para la prensa, ya que no tenemos que compartir cola con el público general, lo que suponía que en ocasiones entraras con la película ya empezada. El único hándicap radica en que dicho público este año tiene preferencia para conseguir entradas, por lo que si la sesión se llena, el crítico se queda en la calle (situación que gracias a Dios en mi caso todavía no se ha producido). Los encargados de prensa son atentos y dispuestos a aclarar cualquier duda, y en cuanto a las proyecciones, la única queja que se me ocurre hasta el momento (supongo que a causa de la crisis) es que desde la primera a la última sesión no existe un servicio de limpieza que adecente los dos cines, por lo que ya os podéis suponer el estado de suciedad que se encuentran los asistentes a las sesiones más nocturnas. Pero vayamos a lo nuestro…
Durante su carrera, Johnnie To ha hecho un poco de todo. En su larga filmografía existen títulos muy diferentes el uno del otro, tocando diversos géneros, tanto puros como híbridos: acción, cine negro, comedia romántica y hasta drama. Uno de los registros con el que todavía no había tenido la oportunidad de experimentar es el del thriller financiero, pero con este Life Without Principle (algo así como ‘la vida sin principios’) la cuenta queda más que saldada. Utilizando como oscuro y opresivo telón de fondo la galopante crisis económica internacional que todavía nos obsesiona, el maestro To construye el escenario ideal para una historia que sirve tanto para reflejar una realidad tan actual como para plantear una reflexión sobre el comportamiento ético y moral del individuo ante unas circunstancias tan adversas. Life Without Principle se aferra a tres personajes principales con los que representar un microcosmos de personas cuyas vidas están irremediablemente e inevitablemente afectadas por los problemas derivados del dinero y su falta. Desde la asesora financiera de un banco que debe luchar de manera encarnizada por alcanzar sus objetivos, aunque para ello deba engañar y estafar al pobre ciudadano de a pie que le confía sus exiguos ahorros; pasando por los problemas de anticipos y préstamos que debe sufrir todo aquél que tenga la osadía de intentar comprar un inmueble; e incluso los problemas de liquidez que llegan a afectar hasta las tríadas mafiosas. Todos ellos en un momento u otro del film se ven abocados a una situación en la que se les plantea el dilema moral de lo que están dispuestos a hacer para conseguir el dinero que desean o necesitan. El verdadero corazón de esta interesantísima propuesta, que no debería pasar desapercibida al espectador, es atisbar el potencial corrupto de cada uno de los protagonistas, todo ello pasado por la criba formal tan característica de las películas del cineasta hongkonés, que además, nos regala uno de los guiones más ingeniosos de los que hemos podido apreciar en sus últimos films (bueno, en realidad los artífices del libreto escrito a seis manos son Ka-Kit Cheung, habitual ayudante de dirección de To, y los habituales Tin-Shing Yip y Nai-Hoi Yau). Honor frente a deshonor, lealtad y honestidad frente a beneficios instantáneos. No quiero finalizar esta reseña sin resaltar una de las interpretaciones más auténticas que he tenido la oportunidad de ver en los últimos meses. Se trata de Lau Ching–Wan (The Secret of the Magic Gourd; Overheard 2), quien da vida a un hermano juramentado de la mafia de Hong Kong cuya lealtad para los suyos va mucho más allá de cualquier desequilibrio financiero. Su actuación es brutal, y ojalá sea reconocida por la industria a la hora de repartir premios como se merece. Otros detalles a tener en cuenta sin que destripemos nada de su argumento: algún momento marca de la casa, y si no ya veréis cómo le puede quedar de bien a alguien una flor en la solapa, y lo bien reflejados en pantalla que están aspectos como la avaricia, la codicia y la mezquindad. Ya lo decía Quevedo: “y es tanta su majestad, aunque son sus duelos hartos, que con haberle hecho cuartos, no pierde su autoridad; pero, pues da calidad al noble y al pordiosero, poderoso caballero es Don Dinero”.
Cambiando de tercio, y de qué manera, pasamos de una propuesta muy entretenida de ritmo frenético, a otra que viene a ser como su antítesis, un film tan iclasificable como anodino. Nos referimos a Buenas Noches España, del considerado “enfant terrible” filipino Raya Martin (Independencia, Manila). No me veo con herramientas suficientes para analizar esta “película”, o mejor dicho, experimento audiovisual de creación artística. Seguramente un experto en estéticas vanguardistas podría observar un sinfín de detalles la mayoría de los cuales a mí se me escapan. Es un tipo de cine que debería ser expuesto sólamente en museos y galerías de arte. Los veintipico espectadores que no caímos en las redes de la celebración del alirón del Real Madrid quedamos perplejos ante una de las propuestas más radicales que uno se puede encontrar en un Festival. Más de uno (no fue mi caso) se tomó al pie de la letra el título de la película y se echó una siestecita reponedora, mientras que el resto nos mirábamos de reojo pensando a ver quién era el guapo que abandonaba primero la sala de proyección. El director de obras un poco más recomendables que ésta como Independencia o Manila juega con los elementos del cine para intentar darles una nueva dimensión. Así, por ejemplo, el sonido pasa de ser chirriante e irritante durante buena parte del metraje (una auténtica provocación y atentado al sistema auditivo del público expuesto), a su no existencia en el último tercio del film. También utiliza filtros de colores, imágenes que se deconstruyen y que se repiten hasta la extenuación, a Pilar López de Ayala, que se apunta a cualquier tipo de ensayo fílmico, e incluso usa onomatopeyas más propias de los dibujos animados. Aunque me expongo a sufrir las iras de muchos ilustrados en las tendencias más atrevidas e innovadoras, creo que nos hallamos ante una auténtica tomadura de pelo. Me quedo con una frase que leí sobre el film en una reseña: “Es la película que estrenarían los extraterrestres en su planeta si hubiesen filmado un documental sobre los humanos”. Ahí queda eso.
Por nuestro colaborador Francisco Nieto