En un año en el que la animación japonesa promete estar más presente que nunca, con el estreno de las últimas producciones de Makoto Shinkai (Your Name), Keiichi Hara (Colorful) o Masaki Yuasa (Mind Game), además de la llegada de las nuevas películas de Detective Conan, Doraemon y One Piece, como avance, esta semana se estrena en los cines españoles Okko, el hostal y sus fantasmas. Una película que confirma a su director, Kitaro Kosaka (al que descubrimos con la maravillosa Nasu: A Summer in Andalusia) como uno de los animadores que, desde su independencia creativa, más se aproxima al universo creado por el mayor estudio de animación del mundo: el Studio Ghibli.
Como le explican a Okko sus padres al principio de la película: “el hostal no restringe el paso a nadie. Todo el mundo es bienvenido”. Y es una gran verdad. Okko, el hostal y sus fantasmas es una película para ver en familia, que gustará tanto a los más pequeños de la casa, como a los que rozan la adolescencia y a los adultos. La cinta, basada en una popular colección de libros infantiles del escritor Hiroko Reijô ilustrados por Asami, narra las aventuras de la pequeña Okko, una niña que, tras un accidente de coche, tendrá que afrontar la pérdida de sus seres queridos y empezar una nueva vida junto a su abuela en el hostal que esta regenta. Pero no estará sola. En el hotel familiar encontrará a tres nuevos amigos. Tres fantasmas que la ayudarán en el proceso de crecimiento que está a punto de iniciar.
No es fácil abordar el tema de la pérdida en una cinta de animación. Kitaro Kosaka lo hace de forma notable. Hilvanando una historia asentada en las tradiciones japonesas del respeto, el folklore y los yūrei (幽霊), como se conoce a los fantasmas en Japón. A través del diseño de los personajes, el director dibuja el camino para encarar el duelo y afrontar las nuevas responsabilidades que la vida le ofrece a la pequeña protagonista. Okko, en este sentido, es deudora del personaje creado por Hayao Miyazaki en El viaje de Chihiro. A lo largo del arco dramático que la acompañará desde el accidente de tráfico inicial hasta culminar en la festividad con la que se cierra la película, Okko pasa de ser una niña asustadiza, tímida y a la que abruma la responsabilidad, a convertirse en una adolescente que sabe ponerse en el papel de los demás, y a la que le apasiona el trabajo y el lugar que ocupa en el mundo.
A pesar del ritmo capitular de la trama, Okko, el hostal y sus fantasmas entreteje una historia de amistad, empatía y crecimiento que atrapará al espectador desde los créditos iniciales, en los que un montaje en paralelo marcará el destino de la protagonista. Okko, junto a Uribo (el fantasma del joven vecino de su abuela), Miyo (el fantasma de la divertida y algo traviesa hermana mayor de Masaki, una compañera de clase rival de Okko), y el demonio Suzuki, formarán un cuarteto que moverán los hilos de la historia a través de las diferentes estancias del hostal en el que habitan. Brillante en algunos de sus pasajes (como el de la festividad del koinobori, la salida de compras por la gran ciudad o la secuencia que cierra la película), el film es una de esas pequeñas joyas escondidas que nos ofrece la animación este año.
“Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, comenta uno de los personajes de Okko, el hostal y sus fantasmas. Kitaro Kosoka soñó dibujar una hermosa película capaz de conectar con la audiencia. Después de ver el resultado, el espectador puede constatar que el director lo ha conseguido con creces.
Un texto de Enrique Garcelán