Dentro de esa cierta homogeneidad que impera en la animación japonesa para cines de los últimos años, dividida en gran parte entre franquicias recurrentes, adaptaciones del manganime del momento y los retratos de juventud con mirada tierna, destaca la obra de Masaaki Yuasa por una imprevisibilidad deliciosa y refrescante. Con su estilo tan personal, influenciado a la par por el espíritu de Tex Avery y la fluidez y locura de Lupin III, nos regalaba en 2017 dos largometrajes que serían su carta de presentación en nuestro país más allá de la (buscadísima) edición de su cortometraje Kick-Heart. Eran dos historias muy diferentes las de Lu Over the Wall y Night is Short, Walk on Girl, aunque ambas estaban marcadas por la creatividad marca de la casa: la primera era una historia musical y acuática que parecía dar una vuelta lisérgica a la Ponyo de Hayao Miyazaki; la otra, una anfetamínica historia de amor que nos llevaba en un largo viaje hacia la noche retomando el universo de su propia (y fascinante) The Tatami Galaxy. Tomando elementos referenciales a partes iguales de una y otra (la música, el mar, el flechazo del amor) llega a nuestros cines este viernes 14 de febrero El amor está en el agua (Ride your Wave), una historia de romance y fantasía de ambientación de nuevo marítima en la que el amor supera todas las barreras, incluso la de la muerte.
La historia de El amor está en el agua comienza de una manera inesperadamente ordinaria, o todo lo ordinario que puede resultar el nacimiento de un romance en manos de Masaaki Yuasa: chica conoce a chico, chico (bombero él) rescata a chica de un incendio, comienzan a salir juntos, chica (surfera ella) comienza a enseñar a chico a cabalgar las olas… Hasta que un día él sufre un accidente en el agua después de intentar ayudar a otros bañistas, y pierde su vida en el mar. A partir de este punto el director moldea la realidad para llevarnos a la pura fantasía de una manera que se siente muy cercana a su obra: la chica podrá ver al chico en cualquier masa de agua que tenga cerca si canta una estrofa de su canción favorita. La magia está servida.
Dentro de una propuesta que no deja de ser de género fantástico, este es probablemente el trabajo de Yuasa más asentado en los sentimientos, en el carácter humano enfrentado a la pérdida y el amor, y en el que mejor profundiza en ellos. El director nos permite ver crecer a la pareja en ese primer segmento encantador, empatizar con ellos, y conectar con esa relación que nos lleva paso a paso de la primera mirada al momento de decidir que quieren pasar toda la vida juntos. Les vemos compartiendo momentos tan típicos como el dejar enganchado un candado con sus nombres o ver el atardecer en un embarcadero. Luego llegará la tragedia, reflejando el dolor con momentos muy emocionales. La historia toma un cariz serio, rompiendo el corazón del espectador a través de una protagonista que no solo ha perdido a su pareja, sino también su gran pasión, el surf. El mar se convierte en un recordatorio del dolor, alejando a la joven de las olas, poniendo un rumbo diferente a su vida.
En la segunda parte del film nos reencontraremos con ese punto de imprevisibilidad que caracteriza a Yuasa, con la vuelta del joven en esa forma fantasmal dentro del agua. Veremos a la protagonista repetir esos momentos de pareja con su amado, aunque esta vez él llegue en estado líquido, de maneras tan inverosímiles como dentro de un termo transparente o en el muñeco hinchable de una marsopa lleno de agua, su animal favorito.
Visualmente la película nos trae esa animación festiva habitual en su cine, de ángulos exagerados, movimientos casi líquidos que se acentúan con las escenas de surf y fuego, y tonalidades pastel que parecen sacadas de un filtro de Instagram. La música vuelve a tener un papel fundamental, y esta vez el director toma el tema central Brand New Story de GENERATIONS from EXILE TRIBE (banda a la que pertenece la voz del protagonista, Ryota Katayose) como ancla de la historia, volviendo una y otra vez de manera recurrente al ser la canción con la que la joven invoca a su amado en el agua.
El guion de Reiko Yoshida nos lleva en un viaje que termina siendo un canto a la vida y al amor que, como en su anterior libreto de A Silent Voice, juega con el concepto de lo que representa la empatía, qué es realmente salvar a una persona más allá del sentido físico, una dualidad que esta historia sí le permite mostrar. Quizás este sea un trabajo de Masaaki Yuasa más accesible para el público, pero mantiene todas las coordenadas de su obra, muy reconocible incluso al zambullirnos en una historia romántica que, como el mar, es mucho más profunda de lo que aparenta en su superficie.
Un texto de Víctor Muñoz