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‘Retorno a Seúl’: Para aquellos padres que nunca entendieron nada

29/03/2023

Creemos reconocer el alma de Retorno a Seúl antes de descubrir que nos era completamente extraña. En ella, el camboyano Davy Chou acaricia los lugares comunes del realismo psicológico: la vuelta a casa, una búsqueda identitaria, algún que otro lío, los saltos temporales, incluso un obligado baile en pleno conflicto emocional. Sin embargo, y aquí empieza la tremenda complejidad de la película, el viaje de Freddie (Park Ji-Min) no tiene forma de “regreso”. De ascendencia coreana, la protagonista fue adoptada por una pareja de franceses y no recuerda nada más allá de su vida en Europa. Cuando llega a Corea, empujada por su erratismo e impaciencia habituales, Freddie se sabe extraña en un país que insiste en ser su tierra natal.

En su primera noche allí, la recepcionista del hostel (Guka Han) donde se aloja planta en su cabeza una idea lejana, prácticamente virgen: podría aprovechar las vacaciones para conocer a sus padres biológicos. El desconcierto invade por unos segundos los ojos de Freddie, ella siempre tan decidida, antes de que huya de tema a base de carisma y soju. A la mañana siguiente, la chica se plantará en la puerta del centro de adopción. No nos sorprende encontrarnos escrutando el rostro de Freddie en busca de una narrativa emocional lógica, una que sus acciones nos niegan. Una mueca divertida al saber que su nombre coreano significa “dócil y alegre”, su gesticulación simpática y desaforada ante el peligro… Ji-Min construye a un personaje en fuga y a partir de fugas, todas aquellas puntas de emoción que “se le escapan”. Es un verdadero espectáculo, uno que abrazar pero no entender.

Davy Chou, quien ya había explorado el desarraigo cultural y familiar en su debut Diamond Island, persigue lo opuesto a la radiografía emocional. El relato nos pone a (y de) su lado y descubre, a partir de una escritura precisa, que hay decisiones que son y deberán ser innegociables. Cuando finalmente ella acceda a conocer a su padre (Oh Kwang-Rok), este se abalanza sobre la hija que, por fin, ha conseguido recuperar. Nervioso, demasiado paternalista, vemos a un hombre nuevo que sigue comido por la culpa, un borracho con buenas intenciones y pocos reparos. ¿Cómo explicarle que se relaje? Cuando la diplomacia no sirve: rápido, nos dice el montaje decidido de Dounia Sichov, toca salir de ahí.

A partir de entonces, la película dejará de escribir sobre las líneas rectas de la pertenencia y, saltando a través del tiempo a lo largo de ocho años, seguirá a una Freddie que va construyéndose como persona, negociando quiénes la acompañan y en qué términos. Ella es su propio proyecto, lo compartamos o no. Sin embargo, este viaje sin frenos (morales, sociales o puramente sentimentales) hacia el futuro quedará siempre contrapuesto al duelo. El luto por todo aquello que intuye que nunca fue o pudo ser, por una tierra que solo en retrospectiva entendió que era casa. También por un padre que cada vez queda más lejano, porque la lejanía es la única forma en la que convivir. Retorno a Seúl hace referencia a un lugar y un destino, pero habla de mochilas que todes acarreamos.

Por Mariona Borrull (https://twitter.com/Mariona_Borrull)

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