Dentro de la programación de los grandes festivales de este 2021 hay un nombre que ha destacado como ningún otro, el del director japonés Ryusuke Hamaguchi. Estuvo presente en la Berlinale con La ruleta de la fortuna y la fantasía, ganadora del Gran Premio del Jurado, y también en el Festival de Cannes con Drive My Car, adaptación de un relato de Haruki Murakami galardonada con el premio al mejor guion, FIPRESCI y premio del Jurado Ecuménico. Es el año de la explosión definitiva de Hamaguchi tras varios años ganando relevancia a nivel internacional desde que presentara su film debut, Passion (2008), en los festivales de Tokio y San Sebastián (ciudad a la que ha vuelto hace unas semanas con sus dos nuevas películas); aunque sería Happy Hour (2015) la que le colocaría en el objetivo internacional con su paso – y premio – por Locarno, algo que confirmaría la selección en Cannes 2018 de Asako I & II.
En España solo habíamos podido disfrutar de su cine en festivales y ciclos, o en la plataforma Filmin (en la que están disponibles sus dos anteriores trabajos), pero ahora Caramel Films rompe la maldición al estrenar en salas comerciales esta Ruleta de la fortuna y la fantasía que tan buen sabor de boca dejó en Donostia; próximamente también nos llegará Drive My Car gracias a otra compañía independiente como Elástica Films en colaboración con la propia plataforma. Para los directores independientes japoneses no es fácil conseguir cruzar fronteras, pero el auténtico drama es que tampoco lo es estrenar en su propio país, a pesar de contar con una cantera más que interesante.
David contra Goliat
En el Volumen 3 del Anuario CineAsia titulábamos ‘David contra Goliat’, un reportaje dedicado a la industria del cine independiente japonés, el llamado Jishu Eiga. Hablábamos con Eiji Uchida, director de Love and Other Cults que en este 2021 se coronaba con Midnight Swan como mejor film del año para la Academia Japonesa del Cine, y con Adam Torel, productor y director del sello Third Window Films. En la conversación ambos dejaban claras las dificultades de sacar adelante un proyecto cinematográfico al margen de la gran industria en Japón, dominada básicamente por cinco productoras, Toho, Toei, Shochiku, Nikkatsu y Kadokawa, en la que se valora más la popularidad aportada (de las estrellas, del material del que provenga la historia), que la originalidad o el riesgo. El resto, más allá del cada vez más reducido circuito de salas de cine independiente, dependía del boca-oreja, y de rezar por conseguir un milagro único e irrepetible como el de One Cut of the Dead, producción ultra low-cost capaz de convertirse en un fenómeno de masas.
En el Volumen 2 del Anuario era Daniel Aguilar quien ya nos ponía sobre aviso de la problemática, comentando las cada vez mayores dificultades de estreno para los directores independientes en su propio país, una situación agravada en los cinco años que han transcurrido desde la publicación del texto original. Es una situación complicada incluso para directores japoneses afianzados en occidente como Naomi Kawase o Hirokazu Koreeda, sin duda los dos nombres más respetados fuera de Japón, pero que en casa no suelen triunfar en taquilla. Por cada excepción, como el éxito de Un asunto de familia tras ganar la Palma de Oro en Cannes, hay docenas de ejemplos de títulos que luchan por llegar a las salas o, más difícil todavía, mantenerse en ellas. La importancia del prestigio reconocido fuera de Japón es importante, y cada selección en festivales occidentales cuenta como un factor más para atraer al público en una industria marcada por un lado por las grandes productoras, y por otro por el tirón en taquilla de las estrellas por delante de los directores.
L@s coetáne@s de Hamaguchi
Ryusuke Hamaguchi es el último ejemplo de director japonés que consigue ganarse el reconocimiento de la crítica occidental, pero hace unos años parecía que Koji Fukada era el autor japonés que tomaría el relevo de Koreeda y Kawase en los festivales occidentales. Con su cuarta película, Harmonium, una revisitación de su film debut Hospitalité, se coronaba en Cannes con el premio del Jurado. Aunque fue protagonista de un Focus especial en el festival de Tokio, y su cine ha seguido llegando a las salas comerciales de Francia, no había conseguido recuperar esa lupa de los grandes festivales europeos hasta el año pasado con su último trabajo The Real Thing, una serie televisiva con versión cinematográfica que pudimos ver en Filmin dentro de la programación del pasado Festival de Las Palmas. Por desgracia para el director, fue seleccionado para la edición “fantasma” de Cannes, así que solamente se quedó con la vitola del festival.
Miwa Nishikawa es otra veterana del cine independiente japonés, aunque su cine no había conseguido traspasar demasiado las fronteras japonesas. Colaboradora de Koreeda años atrás, mantiene la falsedad, el engaño, como la espina dorsal de su filmografía desde la tragicomedia. Conseguiría su primer éxito con Dear Doctor al contar con dos actores de popularidad como Eita y el veterano Tsurube Shofukutei, consiguiendo varios premios nacionales. Con The Long Excuse pasó por el Festival Cines del Sur, aunque ha conseguido su mayor éxito hasta la fecha con Under the Open Sky, protagonizado por Koji Yakusho como un criminal que rehace su vida tras salir de prisión, con la que pasó por los festivales de Toronto y el D’A de Barcelona.
Y hablando de directoras, Akiko Ohku es una de las mujeres que está tomando fuerza en el circuito japonés, saltando del independiente a producciones de las “majors”. En su filmografía, que cuenta tanto con guiones originales como adaptaciones de novelas, encontramos mayoritariamente retratos de personajes femeninos enfrentados a dilemas morales, destacando Tremble All You Want, con Mayu Matsuoka como una mujer en plena crisis existencial. El film pasó por el Festival Nits de Cinema Oriental de Vic, así como por el JFF Japanese Film Festival online de Fundación Japón.
Otro de los nombres que apenas ha saltado fuera de sus fronteras es el de Tetsuya Mariko. La frustración en la sociedad japonesa (laboral, social…) parece el tema central de su obra comenzando por el drama pugilístico Yellow Kid, al que seguiría la brutal Destruction Babies con un desatado Yuya Yagira (aquel niño de Nadie sabe…). Su último trabajo es Miyamoto, una comedia romántica a su estilo, esto es con brotes de violencia cruda y la intensidad habitual de Sosuke Ikematsu acompañado por nada menos que Yu Aoi.
A su lado podríamos colocar a Daisuke Miura, otro cronista de los jóvenes adultos que suele enfocar su cine desde las relaciones a partir del sexo, ya sea en tristes orgías para almas solitarias (Love’s Whirlpool, 2014) o historias de hombres que entran en el mundo de los acompañantes (Uragiri no Machi, 2016, y Call Boy, 2018). De la misma forma que el cine de Mariko, sus films tampoco suelen llegar a occidente más allá de festivales especializados como el imprescindible Nippon Connection de Frankfurt.
La lista sería interminable. De veteranos como Nobuhiro Yamashita, recordado por Linda, Linda, Linda o el incansable rebelde con causa Toshiaki Toyoda, reivindicado por Third Window Films con dos estupendos packs, a directores que han pasado del independiente al comercial y de vuelta al indie como Yuya Ishii, Yu Irie o Kazuya Shiraishi, hasta la nueva savia como otros dos alumnos de Koreeda, Nanako Hirose (His Lost Name) y Takuma Sato, que después de llevar su Any Crybabies Around? a San Sebastián consiguió un escaparate global como Netflix, o Soushi Matsumoto, que firmaba una carta de amor al cine con It’s a Summer Film. El futuro es suyo.
Un texto de Víctor Muñoz