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Shaolin (Hong Kong, China 2011)

16/02/2011

Año: 2011

País: Hong Kong, China
Director: Benny Chan
Duración: 131 minutos
Género:  Acción, Drama
Protagonistas: Andy Lau, Jackie Chan,
Nicholas Tse, Bingbing Fan.
 
La mera presencia de un trío de actores tan suculentos como Andy Lau, Jackie Chan y Nicholas Tse trabajando juntos ya debería ser más que motivo suficiente para arrastrar al espectador a ver esta nueva versión de Shaolin Temple, uno de los primeros films protagonizados por Jet Li allá por la década de los 80. Y después de más de dos horas de luchas ininterrumpidas entre monjes y señores de la guerra salpicadas de dramas familiares y reconversiones religiosas uno se queda con una sensación de “deja vu” nada reconfortante. Un guión escrito a seis manos debería tener mucha más enjundia de la que se muestra en pantalla. El libreto no está en ningún momento a la altura de las actuaciones, y así algunos personajes en más de una ocasión se quedan huérfanos en situaciones en las que una buena línea de diálogo sin duda hubiera enriquecido su presencia (en ese aspecto la más perjudicada es Bingbing Fan, cuyo rol no dispone del más mínimo ápice de lucimiento). Pero es que Benny Chan, director especialista en servir blockbusters en bandeja de plata, seguramente cortó más de una parrafada en pos de primar la acción y el espectáculo sobre todas las cosas. Y en ese aspecto el look visual de las escenas de lucha es irreprochable. Las coreografías de Corey Yuen, todo un maestro en la materia, son primorosas. Cada actor principal dispone de su combate de gloria (hasta Jackie Chan parece reverdecer viejos laureles), y además se nos regalan un par de escenas de peleas corales que quitan el hipo (el ataque a galope tendido por parte de los agresores al templo Shaolin y la posterior ofensiva de los templarios en el pueblo son para quitarse el sombrero).  De todas formas, no deja de resultar algo extraño ver a inocentes niños que por un lado aportan el contrapunto humorístico a la gravedad de lo que se nos explica y que por el otro se desenvuelven con virulencia inusitada cuando se trata de repeler al agresor (algo así como si Los Tres Pequeños Ninjas de la saga se volvieran asesinos sanguinarios). Donde no nos lo creemos de ninguna de las maneras es cuando el director intenta emular a un Kim Ki-duk venido a menos y nos pretende aleccionar sobre las bondades de abrazar el budismo y dejar atrás el odio y la venganza mundanas. En diez minutos la metamorfosis de villano a santo que se produce en el personaje al que da vida Andy Lau se deja de lado para dar paso a un “a Dios rogando y con el mazo dando” más propio de las películas del realizador hongkonés.
En definitiva, un entretenimiento de gran altura que pierde fuelle en los momentos en los que intenta transmitir trascendencia.    
Lo mejor: Andy Lau en una de sus mejores interpretaciones.
Lo peor: En el guión no existe ningún atisbo de originalidad.
Francisco Nieto
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