Año: 2010
País: Turquía
Director: Özcan Alper, Zehra Derya Koç,
Ulku Oktay, Ahu Ozturk, Emre Akay.
Duración: 81 minutos
Género: Drama, comedia, biopic
Protagonistas: Alican Tamet, Demet Tarim,
Deniz Çevik, Ayda Aksel, Birsu Demir,
Ozan Bilen & Oskender Bagclar.
Siempre se ha dicho de Turquía que es la puerta de entrada a Oriente, pero poco o nada sabemos de su cinematografía; prácticamente sólo hemos tenido acceso a las películas artys de Nuri Bilge Ceylan, conceptualmente mucho más hermanadas con el cine europeo actual que no con la rica tradición fílmica de la industria local turca. No en vano el sueño del pueblo turco es que se le reconozca como un país europeo, pero ya se sabe que por divergencias políticas, culturales y religiosas (musulmanes en su mayoría) siempre se les ha marginado, dejándolos en la cola de Europa, sin tener en cuenta el sacrifico y el esfuerzo que muchos turcos han hecho para integrarse en países como Alemania, logrando que se les acepte, aportando sus conocimientos y, en definitiva, ayudando a levantar la economía de la República Federal Alemana. Racismo invisible que irremediablemente ha afectado a la distribución normalizada del cine turco en salas europeas (por no hablar de nuestro país, que ha sido invisible).
Fruto de esta voluntad por adecuarse a los moldes europeos, sobretodo en materia cinematográfica, surge el proyecto Tales from Kars, en el que se integran hasta cinco cortometrajes de autores diversos, mezclando esa estética vanguardista de los países centroeuropeos o nórdicos con la narración ascética que nos tiene acostumbrados el cine árabe o incluso el turco (como por ejemplo las producciones de Semih Kaplanoglu). Además, la particularidad de este filme colectivo es que todos los relatos están contextualizados en la provincia de Kars, una región fronteriza situada en el nordeste, históricamente conflictiva, y la que parece emanar aires progresistas. Al menos esa es la sensación que se desprende al visualizar las pequeñas historias que en algunas ocasiones quedan supeditadas a la voluntad del realizador para darle un toque documentalista o autobiográfico. Hablamos sobre todo de dos historias que comparten temática y ritmo: Ashes (Zehra Derya Koç) y Open Wound (Ahu Ozturk). Ambas cavilan sobre el tema de la muerte, concretamente sobre la pérdida de familiares cercanos: la primera historia está narrada en pequeños flashbacks que muestran la relación entre una niña y su madre, concluyendo con el regreso de la hija al hogar natal para conmemorar la defunción de su madre; mientras que en la segunda historia un chaval algo desamparado vuelve al pueblo que lo ha visto crecer para asistir a un funeral y para saber la verdad acerca de su familia política. Lo curioso es que sendos relatos no se recrean en la tragedia de la pérdida en sí, sino que desdramatizan el escenario fúnebre para mostrar cómo la paz se apodera de los personajes principales.
Más cómicas resultan Zilo (Ulku Oktay), historia divertida en la cual una niña no se lleva muy bien con sus progenitores y, sospechando erróneamente que la están envenenando, decide huir hacia la capital junto con un polluelo que tiene por mascota; y Small Truth (Emre Akay), donde se narra de forma escueta y con un montaje acelerado la biografía de un famoso atleta regional que, al terminar su carrera deportiva, innovó la agricultura de su país con sus conocimientos de ingeniería agrícola. Por otro lado, la historia de amor entre dos adolescentes que no termina de funcionar es la que abre el filme: Moto Guzzi (Özcan Alper), ya que a pesar de sus bellas imágenes de la estepa nevada, los fallos de raccord y la poca coherencia narrativa impiden disfrutar de los blancos paisajes como es debido. Teniendo en cuenta además que pese a su esquemático guión fácil se seguir, éste se ha reducido a la nada, esto se suma a los problemas narrativos y termina convirtiéndose en el peor cortometraje del filme.
En definitiva, cinco historias con el mismo común denominador pero planteadas desde ángulos muy distintos, lo que convierte este filme coral en una desestructurada pero riquísima visión de una zona muy concreta en la que seguramente nunca pondremos los pies.
Lo mejor: Los sorprendentes títulos de crédito finales y el segmento “Zilo”.
Lo peor: La falta de cohesión interna en todas las historias presentadas. Precisamente “Zilo” es la que tiene una escritura más depurada.
Eduard Terrades Vicens