Si The Raid puso al Festival de Sitges patas arriba hace unos años con sus innovadoras y potentes escenas de acción, en esta edición número 50 tenemos la coreana The Villainess, desde ya un título de culto para los fans del género. Añadiendo efectos como el de la cámara subjetiva a largos planos secuencia, como la misma escena inicial en la que vemos desde los ojos de la protagonista como se enfrenta con docenas de matones al más puro estilo de la mítica secuencia del pasillo de Oldboy, el director Jung Byung-gil, que este año también presenta en la sección Brigadoon su anterior Confession of Murder, escala un par de peldaños al dar una vuelta de tuerca al thriller de acción coreano. Se podría comparar con la Nikita de Besson por su historia, y es que vamos conociendo a través de flashbacks el pasado de una joven asesina a sueldo que tras ser detenida es trasladada a una instalación de una agencia gubernamental donde se adiestran a docenas de chicas para convertirlas en letales armas de matar. Tras varios años de formación, en los que incluso se convierte en madre, dejan que nuestra protagonista se convierta en una célula durmiente, comenzando a llevar una vida normal en el exterior a la espera de una llamada que la ponga en marcha con una nueva misión. La llamada llegará el día de su boda, descubriendo que su objetivo es alguien de su pasado.
Las espectaculares escenas de acción, magistralmente orquestadas al llevar la virguería visual al límite, con momentos tan memorables como la persecución en moto, son el gran aliciente para este oscuro thriller en el que recuperamos a Kim Ok-vin, la premiada en Sitges protagonista del Thirst de Park Chan-wook. Quizás la parte dramática de la segunda parte del film reste cierta tensión al conjunto, pero es tal el desborde de creatividad en sus numerosos momentos de acción que fulminan cualquier duda de que este es uno de grandes thrillers de acción asiáticos de los últimos años. Apunten el nombre del director Jung Byung-gil: promete darnos más alegrías en un futuro cercano.