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Un viaje de cine por Asia… Tercera parada: China

02/07/2020

Llegamos a la tercera parada en el reportaje en serie Un viaje de cine por Asia, con los viajes y el cine asiático como protagonista. Lo enlazamos con el curso Un travelling por el cine asiático, que comienza el lunes 6 de junio. Durante esta semana estamos viajando a través de los diferentes países del continente asiático tomando el cine como hilo conductor. Después de iniciar el viaje en Japón y de hacer una segunda parada en Corea, llegamos al gigante asiático, un país con un desarrollo en su cine comercial extraordinario en esta última década. Llegamos a China.

CHINA – A DOS VELOCIDADES (CINEMATOGRÁFICAS)

Hoy en día existe un gran contraste entre la China rural, tan inmortalizada en las estampas clásicas de fondo vertical (como las del célebre pintor paisajista Guo Xi), y la urbanita o más desarrollada tecnológicamente, con sus metrópolis salidas de Blade Runner, con esas divisiones horizontales futuristas que rozan el cielo. Beijing, su capital y vía de entrada ideal viniendo de Corea, ofrece un contraste entre esas dos realidades, si bien cada vez más la balanza se decanta por la segunda. Uno de los sitios más turísticos es el Palacio Imperial, más conocido por la Ciudad Prohibida y residencia oficial monárquica desde la dinastía Ming (en 1420) hasta la dinastía Qing (en 1925). El año en que Bernardo Bertolucci inmortalizaba la decadencia dinástica en El último emperador (1987), la UNESCO la declaraba Patrimonio de la Humanidad. Se han rodado otras producciones, pero haciendo trampas, pues para no deteriorar los templetes budistas que se albergan en su interior, existe un falso decorado a escala real en las afueras en el que se han recreado miles de batallas cinematográficas. 

Esta realidad contrastada también se manifiesta entre los propios pequineses y los aldeanos que vienen de la China continental y que son tratados como simples inmigrantes de las provincias interiores. De ello da fe La bicicleta de Pequín de Wang Xiaoshuai (2001), en la que un muchacho que viene de un área rural se enrola a cartero para pagar una simple choza en la que hospedarse; cuál será su desgracia cuando le roben su bicicleta y tenga que recorrer la ciudad a pie para no perder su trabajo.

El espectador de los años 90 también descubrió esa Beijing más refinada y bohemia en Adiós a mi concubina (1993) de Chen Kaige, que daba cuenta de las duras condiciones laborales a las que se ve sometido un artista de ópera para no perder su caché (un inconmensurable Leslie Cheung). De manera cómica La ducha (1999) de Zhang Yang se anticipaba de manera divertida al derribo de la vieja Beijing por culpa de los avances urbanísticos y tecnológicos, en este caso, de sus baños públicos, un lugar de peregrinaje casi religioso para sus ciudadanos. Sí, la gentrificación llegó a China mucho antes que en cualquier otro país.

Si cogemos el viejo expreso que va de Beijing a Shanghái emularemos a Marlene Dietrich en el filme que rodó Josef von Sternberg en 1932 y gozaremos de los arrozales durante todo el camino. La bella Shanghái, ahora centro de defensa de los extraterrestres en la impresionante producción fantástica Shanghai Fortress (Teng Hua-Tao, 2019). Dejando este divertimento fílmico, en que insinúa que la capitalidad de la República Popular China podría pasar en un futuro no muy lejano a manos de Shanghái, lo cierto es que la ciudad más poblada del país ha dado mucho juego en el cine.

Y no son pocas las producciones ambientadas en ella o que reflejan algún hecho histórico trascendental (lamentablemente, en los años 40 fue ocupada por las Fuerzas de Ocupación Japonesa de manera vil): desde el canto del cisne de Zhang Yimou al cine de tríadas en La joya de Shanghái (1995), en donde por cierto, fructificó su relación amorosa con Gong Li, hasta la película de espionaje político Deseo, peligro (2007) de Ang Lee, pasando por el cine de artes marciales de vindicación patriótica en Fist of Fury  (1972), con un Bruce Lee defendiendo la ciudad con su jeet kune do de las hordas invasoras niponas.

También esa visión desdoblada de la China que viaja a dos velocidades se puede aplicar a Shanghái con títulos como The World (2004) del naturalista Jia Zhang-ke, que explora el vacío existencial a través de un paseo casi turístico por un parque de atracciones de la ciudad que recrea los principales monumentos del mundo. Como colofón final recomendamos Center Stage de Stanley Kwan con una bellísima Maggie Cheung encarnando a la diva Ruan Lingyu, la primera gran estrella del cine chino que triunfó en el Shanghái de los años 30 y cuya carrera estuvo marcada por los claroscuros que envolvían su vida personal. 

Próxima parada…. nos vamos a Hong Kong…

Por Eduard Terrades Vicens

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