Llegamos al final de este viaje en el que hemos recorrido Asia en un viaje de cine. Esta serie de reportajes coincidiendo con la previa del curso online de verano Un travelling por el cine asiático, que comenzaremos el lunes 6 de junio, nos ha llevado desde el inicio del viaje en Japón, a la segunda parada en Corea, pasamos con la tercera parada por China, y la cuarta nos llevaba al que fuera el «Hollywood asiático», Hong Kong. Cerramos este viaje en un país con una gran tradición cinematográfica y una de las mayores industrias del sector del mundo, India.
INDIA – BAILES, GRANDES MONUMENTOS Y LARGAS DISTANCIAS
No nos engañemos, para muchos espectadores occidentales, la puerta de entrada al cine indio fue a través de la producción La boda del Monzón (2001) de Mira Nair. Empezaba el nuevo milenio y algunos afortunados que habían ido visitando la India en repetidas ocasiones desde los albores de los años 90, siempre que regresaban de sus viajes nos hablaban de unos coloridos bailes exóticos y unos larguísimos musicales cinematográficos que imitaban, en algunos casos, los tics de los de Occidente. Luego descubriríamos que tendrían un nombre y una industria: Bollywood, palabra que se puso de moda con la producción de Nair.
Curiosamente, el mercado “bollywoodiense” (si se permite la licencia y en alusión al de Hollywood) está afincado en Mumbai (antigua Bombay), al suroeste del país, mientras que la historia planteada por Nair estaba contextualizada y transcurría en la Nueva Delhi contemporánea, la capital. En ella, el espectador asistía a la preparación de una gran boda en el seno de una familia de origen punjabi. Había bailes, sí, pero el factor que marcaba el devenir del filme y al mismo tiempo desestabilizaba la armonía de esta supuesta boda perfecta era el drama. Magnífica.
Pero no toda Delhi es tan idílica como la presentan en las guías o en la propia producción de Nair. Con una población de 14,1 millones, convirtiéndose así en la segunda área metropolitana más grande de la India después de Mumbai, y una distribución urbanística caótica y mayoritariamente horizontal, es también un lugar donde el crimen ha encontrado un lugar para pasar desapercibido o pasar impune. Precisamente, un caso de violación en grupo es el que se describe de manera procedimental en Delhi Crime (2019), galardonada serie escrita y dirigida por Richie Mehta, basada en el caso real que tuvo lugar en el barrio de Munirka, al sur de la ciudad y los archivos policiales a los que los productores tuvieron acceso. Somos testigos de la Dehli más sucia, oscura, menos turística y exótica que la que venden en muchos panfletos turísticos (disponible en Netflix).
En todo caso, uno de los monumentos más visitados por los turistas que aterrizan a la capital es el imponente palacio del Taj Mahjal, que está ubicado (¡y se dice pronto!) a tan solo tres horas y cuarto de Nueva Delhi, en la ciudad de Agra (en el estado norteño de Uttar Pradesh). En el siglo XVII fue mandado construir a la orilla del río Yamuna por el emperador musulmán Shah Jahan de la dinastía mogol como regalo a una de sus esposas favoritas, que murió durante el parto de su decimocuarto hijo y quiso darle el reposo que se merecía en el mejor mausoleo que jamás se hubiera erigido en la historia (en 1983 fue declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad). Su simetría y ornamentación ha dado mucho juego a nivel fotográfico, dos factores que han sido aprovechados por muchos directores para incluirlo como elemento figurativo en bastantes películas. La historia “romántica” de su construcción (dicen los historiadores que trabajaron en él unos 20.000 obreros en unas condiciones paupérrimas) la explicó por primera vez en 1963 el cineasta M. Sadiq en una película de homónimo nombre que el palacio que homenajea. Otro gran éxito internacional reciente en el que aparecía en toda su majestuosidad fue Slumdog Millonaire (2008). E incluso James Bond se dejó caer por los exteriores del palacio en Octopussy (1983). Todo un símbolo de India.
Cerquita del Taj Mahal se encuentra otro monumento a visitar: el Fuerte de Agra o Agra Fort. Construido a mediados del siglo XVI con una preciosa piedra de arenisca granate por el emperador mogol Akbar, puede ser descrito con mucha más precisión como un palacio amurallado, que encierra en su interior un impresionante conjunto de edificios señoriales y salones con estilos arquitectónicos dispares que han servido de plató natural para algunas producciones de intrigas palaciegas. Caso de Mughal-E-Azam (1960), en la que se narraba como el príncipe heredero del Imperio mogol se enamoraba de una bailarina de la corte imperial a pesar de la oposición de su padre, el emperador Akbar. K. Saif la estrenó en 1960, ¡después de 12 años de producción! Fue la película más taquillera del país durante los siguientes 15 años (11 millones y medio de dólares de la época).
Desde hace siglos, los hindúes han creído que la muerte en la ciudad les traerá la salvación como civilización y el Ganges es el canal que les permite exorcizar dicha creencia.
Para seguir una ruta coherente y evitar desplazamientos innecesarios a lo largo y ancho del país, una visita obligada a un lugar sagrado al este de Uttar Pradesh: Benarés. Inmortalizado en la literatura y centro de peregrinación hindú, es una ciudad situada a orillas del río Ganges y es la más sagrada de las siete capitales (Sapta Puri) más importantes del hinduismo y el jainismo. Desde hace siglos, los hindúes han creído que la muerte en la ciudad les traerá la salvación como civilización y el Ganges es el canal que les permite exorcizar dicha creencia.
También es conocida en todo el mundo por sus numerosos ghats: terraplenes hechos en escalones de losas a lo largo de la orilla del río, donde los peregrinos realizan abluciones rituales. Por lo tanto, el agua forma parte intrínseca de ese rito de colectivización, a la par que de conciliación con uno mismo, y es el título de un filme que nos llegó a inicios del nuevo milenio: Agua (2005), dirigida por la directora Deepa Mehta. La película arranca en 1938 y explora el día a día de unas mujeres viudas en un ásram (centro de meditación hinduista) en Benarés, cuando la India todavía estaba bajo el dominio del Imperio Británico.
Decíamos que Bollywood es el apelativo usado por la industria cinematográfica afincada en Mumbai y rodada en idioma hindi. Y si hay un nombre asociado a esta factoría de hacer dinero y estrellas en uno de los países con más índice de pobreza del mundo éste es el de Sanjay Leela Bhansali: este realizador, productor y director musical es el padre de Devdas (2002), que hizo mover los pies críticos y asistentes a partes iguales en su presentación en el Festival de Cannes y un año más tarde fue seleccionada por la academia india en la carrera de lo Oscar. Bhansali reconoce que no comienza una película sin haber definido bien su universo musical y se nota en su estilo narrativo, marcado por la música y el ambiente cosmopolita de Mumbai, aunque ha rodado en varios territorios, incluido Inglaterra o Guyarat (suroeste del país, limitando al noroeste con Pakistán), donde filmó Ram Leela (2013). Otro drama romántico destacado que define su cine y, por ende, ese Bollywood tan iconográfico sería Guzaarish (2010), con el telón radiofónico de fondo. A veces este compendio musical viene precedido de acción, drama, comedia… todo pasado por la batidora creativa de sus productores, lo que se conoce por cine ‘masala’ (uno de los grandes clásicos es Sholay, rodada un poco más al sur, en Bangalore).
Para terminar este viaje y despedirnos de Asia por todo lo alto, nos podemos desplazar hacia el este y relajarnos en alguna de las playas paradisíacas de la región de Goa, famosa a nivel mundial por sus festivales de música trance y por la proliferación de conventos con un estilo arquitectónico cercano al de las iglesias católicas (fruto de la evangelización portuguesa en el pasado). Una película que nos llegó y que recrea la zona, así como las inmaculadas playas de arena blanca, es 7 diosas (Pan Nalin, 2015): un reflejo de la situación de la mujer en la India y sus ganas de emanciparse, y lo hace con la historia de los últimos días de soltería de una fotógrafa que, con la intención de reunir a sus viejas camaradas, decide vivir una última noche de locura en la víspera de su boda.
Empezábamos nuestro viaje por tierras indias con una boda y la cerramos con otra. La realidad es que desde hace mucho tiempo decidimos casarnos con Asia y esperemos que este matrimonio sea duradero y aguante unido hasta el fin de nuestros días.
Un reportaje de Eduard Terrades Vicens