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Una luz que brilla en la oscuridad: Laal Singh Chaddha

15/08/2022

Cuando el 23 de septiembre de 1994 el director estadounidense Robert Zemekis estrenaba en España Forrest Gump, a parte de sorprender al público con unos efectos digitales en los que lograba insertar a Tom Hanks en diferentes imágenes históricas reales, conseguía una de las películas más esperanzadoras de finales de los 90. La historia de un niño con una ligera discapacidad será testigo de algunos de los momentos más decisivos de la historia americana de la segunda mitad del siglo XX.

Este fin de semana se ha estrenado mundialmente el remake indio de la película dirigida por Robert Zemekis, Laal Sing Chadda. Dos han sido los responsables de que este proyecto saliera adelante. Por una parte, su escritor y guionista Atul Kulkarni. Y, por otra parte, su protagonista y productor, una de las estrellas indiscutibles de la industria del cine de Bollywood, Aamir Khan.

Dos décadas ha dedicado el actor y guionista indio Atul Kulkarni (Rang de Basanti), en llevar adelante el proyecto de Laal Singh Chadda. Diez años para la creación del guion a partir del original de Eric Roth; y otros diez para conseguir los derechos de la película, en posesión de Paramount Pictures.

Aamir Khan había colaborado estrechamente con Atul Kulkarni en 2006 en la producción de Rang de Basanti. Tras el relativo fracaso de su última película, la más que reivindicable Rebeldes del Hindustán, el actor quería elegir un proyecto en el que creyera. Tardó un tiempo en leer el guion de Kulkarni (dudaba de que la reescritura del libreto ofreciera alguno nuevo al espectador), pero tan sólo unos días le bastaron para dar luz verde a una producción a la que el COVID ha alterado tanto en el rodaje, la postproducción, como su lanzamiento. Khan tenía claro a quién quería como director, Advait Chandan (con el que ya había trabajado en 2017 en la emotiva Secret Superstar)

Laal Singh Chadda es una de esas películas que llegan en el momento adecuado. Estamos inmersos en un bucle de tragedia (pandemia, crisis energética, de valores, guerras…). Así que contemplar la historia de un niño que nace con una ligera discapacidad, en un país tan lejano como India, y ver cómo será capaz de descubrir el amor, la amistad, y la generosidad a lo largo de su vida, es algo tan necesario como reconfortante. Una vida en la que será testigo o protagonista de varios de los momentos históricos más relevantes de India de la segunda mitad del siglo XX (operación militar en el Tempo Dorado de Amritsar, el asesinato de Indira Ghandi, las manifestaciones anti-sijs en Mumbay, la confrontación entre las religiones musulmana y la hinduista, o la corrupción en la industria de Bollywood).

El espectador occidental espera la primera secuencia con el recuerdo del banco en el parque, la imagen de Tom Hanks, y la pluma que con su vuelo pasará a ser testigo de toda su vida… pero ya desde los primeros instantes el guion de Atul Kulkani demuestra la idiosincrasia del pueblo indio. En el prólogo del film se presenta a Aamir Khan, con su barba en el que se reconoce su identidad como miembro de la comunidad sij, sentado en un vagón de tren, donde irá contando la historia de su vida. Un tren es un lugar de encuentro del pueblo indio, el más común de sus transportes. Allí transcurrirá Laal Singh Chadda, contribuyendo a dar más verosimilitud a la película.

El film se nutre de pequeños momentos, de pedazos de vida que hacen que Laal Singh Chaddha se convierta en una faro que brilla en la oscuridad en la que vivimos. El tema musical Kahani (que se escucha en varios momentos a lo largo de los 165 minutos que dura la cinta) es capaz de hacer volar la imaginación y sumergirnos en la historia. El momento Elvis, que en esta ocasión es el momento SRK (Shah Rukh Khan) es brillante, para disfrutarlo. La carrera que inicia Laal desde su casa en un momento crítico de su vida, es… deslumbrante. El espectador descubrirá lugares nunca vistos de la geografía india. Por no hablar de dos secuencias, en el tercio final de la película, en la que el espectador volverá a creer en la magia del cine.

Laal Singh Chadda tiene defectos. La perfección está tan sólo al alcance de los dioses. Pero es sincera consigo misma, y persigue algo más que necesario hoy en día: recuperar la esperanza de vivir.

Una crítica de Enrique Garcelán

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