De nuestro colaborador Eduard Terrades
Takashi Miike suele rodar sus secuelas sin tener en cuenta las primeras partes, y vuelve a demostrarlo en esta interesante continuación de Zebraman, de cuya fuente original sólo recupera el decrépito superhéroe que sigue interpretando Show Aikawa. Y del mismo modo que en D.O.A. 2 se teñía el pelo de rubio, para esta ocasión le ha tocado ponerse de pollo platino. Una anécdota que sirve para readaptar la estética y el traje de combate de Zebraman, y cuya participación activa como héroe nacional supera con creces con respecto al primer filme.
Takashi Miike suele rodar sus secuelas sin tener en cuenta las primeras partes, y vuelve a demostrarlo en esta interesante continuación de Zebraman, de cuya fuente original sólo recupera el decrépito superhéroe que sigue interpretando Show Aikawa. Y del mismo modo que en D.O.A. 2 se teñía el pelo de rubio, para esta ocasión le ha tocado ponerse de pollo platino. Una anécdota que sirve para readaptar la estética y el traje de combate de Zebraman, y cuya participación activa como héroe nacional supera con creces con respecto al primer filme.
Esta secuela, que para nada respeta la original, se enmarca dentro de los parámetros del cine fantástico, desmarcándose de la comedia social que pretendía ser la primera parte. El argumento es lo de menos, ya que no tiene demasiado sentido en su conjunto, pero se podría resumir en: año 2025, la ciudad de Tôkyô es invadida por Zebra Queen (Riisa Naka), una cantante pop que se erige como líder de la megalópolis, instaurando un régimen dictatorial y, por razones que no vienen a cuento, su mente está conectada con Zebraman, que en esos momentos vive amnésico fuera de la ciudad acogido por las fuerzas de la resistencia. Poco a poco irá despertando de su letargo y establecerá contacto con la reina de las zebras tokiotas, descubriendo que su existencia es fruto de la energía negativa que emanó de su cuerpo en el momento que fue convertido en superhéroe por un científico chiflado.
Todo lo demás son puras idas de olla a las que ya nos tiene acostumbrados Miike, pero si algo se diferencia con la primera parte, es que por lo menos ésta cinta es entretenida, dinámica y contiene algunas ocurrencias visuales que solo podían surgir de la mente de este hiperbólico director. La primera Zebraman llegaba a extasiar en algunos momentos, y por ese motivo Miike ha optado por conglomerar muchas de sus ideas locas en una sola película que no puede considerarse un blockbuster, pero si una digna sucesora de Yatterman. Hay fragmentos que son un calco de esa adaptación que hizo hace poco más de un año sobre una serie famosa de robots de la productora Tatsunoko, pero también es evidente las influencias de D.O.A Final o de esas texturas visuales extraídas de los mundos sintéticos de Mamoru Oshii. Sin olvidar la marcialidad brutal practicada por la policía de Tokyo Gore Police (en esta ocasión por unas fuerzas del orden disfrazados con unas caretas de cebra), pero sin llegar a la violencia sanguinaria de la cinta de Nishimura, o las parodias de las series tokusatsu, con un Zebraman televisivo que ayuda al verdadero superhéroe a ritmo de las canciones del legendario Hironobu Kageyama (un cantante especializado en series de superhéroes enmascarados).
Consecuentemente pues, Zebraman 2: Attack on Zebra City supera a la original con buena nota, con una banda sonora de fanfarria pomposidad orquestal, y con un Show Aikawa delirante que se vuelve a poner en la piel de esa cebra enmascarada para goce de los seguidores de este peculiar superhéroe a rallas.